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Mostrando entradas de febrero 6, 2013

Venganzas

Aparcado en mitad de la noche frente a la ventana de mi cuarto y también frente a la ventana del cuarto de mi madre un interminable parpadear de luces de cigarrillos dentro de aquel coche siniestro me estaban anunciando desde que la tarde en mi barrio se deshizo en oscuridad que la amenaza muda que recibí de Truman el Sordo no había caído en el olvido, que Truman tal vez era sordo -eso nadie lo sabía con certeza- pero que su memoria funcionaba como un reloj. Como ese reloj que le birlé a Wilford el Cegato un segundo antes de que la mirada desencajada de mi amigo Toby me advirtiera del error que estaba cometiendo y que ya no podría deshacer porque aunque Wilford fuera cegato -tampoco esto se sabía con seguridad- poseía un sexto sentido para las cosas que se salían de contexto, como que un mocoso y harapiento huérfano de policía lo ridiculizara afanándole en mitad del pasillo del cole, justo a la salida de los vestuarios, el reloj que Truman le había regalado un día en agradecimiento a