Ayer mi vida se vio
sacudida por un seísmo de proporciones apocalípticas. Ya no podrá
volver a ser la misma por más que yo lo pretenda. Como nunca me
había ocurrido algo semejante estoy falto de referencias para
expresar con claridad el suceso extremo que me perturbó ya para
siempre. Fue algo brutal y dulce al mismo tiempo, un alud de nieve y
un incendio furioso, una colisión astral en el jardín de mi casa.
Acontecimientos así te marcan para siempre, alteran tus códigos,
prioridades, preferencias y te abandonan, empapado del sudor del
miedo, en medio de un campo en barbecho, tu vida en barbecho, tu vida
hasta entonces predecible como las estaciones y apacible como un
trigal dejándose mecer por el viento. Ayer pude oír una frase
(“¿Papá, vamos esta tarde al cine?”) que volvió mi mundo del
revés. Una frase dicha por una niña de seis años en cuyos ojos
negros vi reflejada la cara de mi muerte. Los ojos de mi hija, la que
no tuvo la menor oportunidad de nacer y en cuya alma inexistente
pensaré hasta la locura los días que me sean concedidos. Eso fue
ayer, cuando aún vivía entre vosotros.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
Comentarios