Hoy sé que la verdad no está en esa luz clara, ni se revela impúdica delante de un entierro, ni resplandece orgullosa tras un juez triste y dudoso ni empaña los espejos de mis muchos hoteles cuando me afeito y me miro y sangro entre mis lágrimas. Renuncio a esa verdad que de verdad no era la que me hirió la vida y humilló mi espalda y me hizo hincar una rodilla joven en un suelo plagado de espinas de futuro y me robó entre llantos un cielo promisorio. Hoy he sabido al fin que es una impostora que usó siempre las ropas de mis vanos sueños y me engañó la vida y me tumbó en el suelo donde al morir intuyo su cara tras un velo de certezas que adoré y adoro aún, muriendo. No hay más espejos ni espuma ni cuchillas para quien ya no hay hoteles ni encuentra un cielo.
Un alienígena alucinado.