Hay programas de
televisión que son un asco, y otros que dan asco. Dentro del último
grupo está 'Sálvame', o algo sí. Sus participantes proceden de
ancestros reptilianos, por eso nunca se muerden la lengua, porque se
envenenarían. Me he resistido a hablar sobre este asunto por pura
vergüenza, pero es que están envenenado el país con pequeñas
dosis diarias de toxinas. La señorita Esteban proclama acongojada
que los últimos meses había actuado bajo la influencia de ciertas
substancias de las que, tras un proceso de desintoxicación, se haya
por fin libre. Entre lágrimas suplica la comprensión de sus
contertulios para superar del todo el problema y a los dos programas
se comporta de nuevo como miss maricoño, sin dejar títere con
cabeza. Pero hija, estás en misa y repicando y pasándote por la
nariz el supuesto amor que todo pueblo debe a su princesa.
En realidad no sé por qué
demonios hablo de temas que me la traen floja. Será que tanta mierda
te embrutece y te atrae como un enorme remolino marítimo haría con
un barquito velero. O con el acorazado Michigan, porque estas
escorias de la tele, comenzando por su director Jorge Javier, tienen
una fuerza descomunal para engullir cerebros y lobotomizarlos.
Así que no os descuidéis
que sin daros cuenta podéis acabar en rehabilitación y pidiendo
perdón públicamente mientras os sonáis sonoramente la nariz al
tiempo que le mentáis la madre a Teresa de Calcuta.
(los personajes aquí
descritos son fruto de mi mente calenturienta, porque sería
inconcebible que se dieran en la vida real.)
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