Un rayo de luna parte con
su lengua brillante mi querido mar en dos diáfanos y a la vez
oscuros fosos de ignotos aullidos cadenciosos y eternos.
Pues empezamos bien.
Porque ni hay luna ni rayo que riele el mar. Pero los poetas semos
ansín. Valga decir gilipollas.
¿Cuántos poetas que se
precien de tales existen y ejercen?
Vayamos más allá:
¿Cuántos intelectuales?
Seamos menos inconcretos:
¿Cuánta persona culta hay?
Y ahora divago: ¿Cuántos
periodistas manejan su idioma con un mínimo de rigor? El periódico
'El País' tiene su libro de estilo que debería servir de criba a
tanto disparate léxico y aún ortográfico. Y otros diarios imagino
que lo mismo.
Y qué decir de los
políticos, que se sirven del idioma como un arma y lo enturbian cada
vez más. Gente culta se le supone, pero en la arena política
evidencian ignorancia de sus lenguas. Y eso luego se transmite.
La lengua es un
instrumento de comunicación a la vez que una forma de arte. Winston
Churchill obtuvo el Nobel de Literatura más por su oratoria que por
sus escritos. La palabra es el bien supremo de la humanidad.
Tratémosla bien, please.
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