Hace un par de días un
periódico de tirada nacional daba el siguiente título a una
entrevista a un actor español: “Ser intelectual y ser de derechas
son cosas incompatibles, o se es intelectual o se es de derechas.”
Desconozco, porque no leí la entrevista, si la frase fue sacada de
contexto. Pero no pudo evitar una pequeña reflexión por mi parte ya
que estoy algo cansado de la excesiva intromisión de la política en
la vida diaria de los ciudadanos. Soy consciente de que en un sistema
democrático que ha acatado -con mayor o menor recelo- un determinado
modelo de comportamiento en sus relaciones comerciales como el
capitalista tenga dudas de ese sistema cuando falla y lleva a los
ciudadanos al límite de sus posibilidades y de su aguante. Que el
fallo no se deba al sistema adoptado sino a la manera en que los
políticos lo interpretan/manejan/manipulan no pasa de ser una
convicción personal, pero profunda. No reconocería a un intelectual
ni en estado de hiperlucidez, o sea borracho, y sigo sin conocer los
límites entre la derecha y la izquierda (en España). Tampoco soy un
tipo culto, pero he leído a escritores radicalmente de derechas o de
izquierdas y todos me han producido náuseas. Habría que preguntarle
al actor entrevistado qué entiende por “ser intelectual” y
también por “ser de derechas”, pero a bote pronto calculo que se
ha cargado -o desposeído de su condición, dicho finamente- a unos
diez, tal vez veinte o mil, incluso diez mil personas que han sido
distinguidas pero no premiadas a lo largo de la historia por su
contribución simultánea a la cultura y a la política con el
beneplácito – a veces- del pueblo -los que votamos-. Porque toda
media política, de derechas o de izquierdas, no debe juzgarse por
las intenciones sino por sus resultados. Y que un actor use su
privilegiada tarima para regurgitar ideas manidas sobre política me
parece una mezquindad. Bastante tenemos con lo que está cayendo para
que nos solivianten aún más personajes que no se han tomado la
molestia de informarse antes de hablar.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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