Y aunque la determinación
de Pablo Ramos, con su impecable traje y sobre todo con una pistola
dentro de su maletín, pudiera parecer inquebrantable, el amasijo de
violentas pasiones que se desataba en su alma hacía mella en esa
determinación. Sabía, o al menos intuía, lo que debía hacer, lo
que creía su obligación y al mismo tiempo le flaqueaba el ánimo
ante ese compromiso. No obstante, apretó con furia la cartera y
aceleró el paso hasta su primer destino, la tienda del hindú. Entró
sin llamar y una vez en la sala principal se relajó y de repente se
dio cuenta de que estaba empapado en sudor. Notó la camisa pegada al
cuerpo y mojada y vio que la mano que asía el maletín tenía un
color violáceo por la presión con que lo agarraba. Entonces pensó
que relajarse no tenía sentido, por más que el hindú le infundiera
confianza en su momento. Con mucho sigilo abrió el maletín y sacó
la pistola. Con el mismo sigilo miró una por una las piezas
adyacentes sin percibir otra cosa que silencio y un orden que ya
había notado en su anterior visita. Casi se alegró de que no
hubiera nadie y ya estaba a punto de volver al salón principal para
recoger el maletín cuando una voz lo dejó rígido.
-¿Busca algo, efendi?
El hindú apareció en la
parte opuesta del salón, vestido a su usanza y sin signo alguno de
descompostura, como si hubiese estado allí todo el tiempo.
-Sí -respondió Pablo
Ramos intentando no demostrar su nerviosismo-, te buscaba a ti.
-Pues aquí me tiene,
efendi -y el hindú lució una sonrisa socarrona.
Pablo trataba de esconder
la pistola tras su espalda pero notó que le temblaba la mano. Tras
unos segundos buscando una firmeza que se le escapaba decidió dejar
aquel quehacer a la fortuna.
-Háblame, para empezar,
de los zapatos.
-¿Los zapatos que le han
abierto los ojos al efendi? -la sonrisa socarrona del hindú se
acentuó y a Pablo se le antojó ofensiva.
-Exacto, esos zapatos. De
lo demás hablaremos después.
-¿De lo demás, efendi?
-Sí, de lo demás, y no
te hagas el lelo, que lo sé todo.
-¿Puedo preguntar al
efendi que entiende por 'todo'?
La serenidad del hindú
ponía cada vez más nervioso a Pablo.
-Pues todo todo, y a mí
no me vaciles o... -iba a decir 'o te pego dos tiros', pero no quería
delatar la posesión de una pistola-... o te llevas una manta de
ostias.
La sonrisa del hindú no
se alteró.
-Pero efendi, si yo solo
te he ayudado.
-Y antes que a mí, ¿a
quién otro? Y tal vez me ayudaste porque ese otro te lo ordenó.
-¿Eso piensas, efendi?
-Eso pienso -y la voz de
Pablo delataba su duda.
-Has venido muy seguro,
efendi, muy decidido, con pistola y todo -Pablo alargó el brazo
renunciando a ocultar más tiempo la pistola-, ¿tal vez pensabas
matarme? ¿me culpas de tus males? Tú eres el único responsable de
tus desdichas, efendi, tú eres el autor de tu vida, ¿por qué no te
pegas un tiro y acabas con tus tristezas? No eres capaz ¿me
equivoco? No tienes...
Sonó un disparo y el
hindú cayó. Pablo sudaba sin parar. Sonó otro disparo. Pablo cayó
al suelo.
Comentarios