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Mostrando entradas de septiembre, 2012

No tengo color político

Alguien dijo que cuando la gente tiene hambre irá a coger la comida, aunque haya sangre. Los tiempos que vivimos justifican -pero no legalmente- acciones bárbaras de ciudadanos que solo aspiran a ser eso: personas con un techo y un plato de comida. Lo que estamos viviendo es desmesurado, como desmesuradamente vivieron la guerra nuestros abuelos. ¿Quién puede asegurar que no viviremos otra? La historia no se planifica y Dios no la puede tener tomada con todos, supongo. Pensemos entonces que los errores son nuestros, que cuando hay dinero fácil nos olvidamos de la moral, que somos seres imperfectos, flechas caprichosas con la punta en la Luna y la base en las mazmorras. Entonces sería entendible que unos cuantos con acceso a ese gran poder que da dinero inmediato manipularan para su beneficio -sin pensar en el de los demás- mecanismos, sistemas, instancias y lo que hiciera falta. ¿Con el consentimiento y la connivencia de las autoridades electas por los ciudadanos? Por sup

Clavito

  Un dios menor me ha llamado por teléfono. Los dioses mayores -no digamos ya el Gran Triunvirato semita-, más curtidos y mejor dotados suelen hacer uso de gestos metafóricos para lanzar mensajes a los humanos, tal vez para no pillarse los dedos con lo de las interpretaciones, algunas muy caprichosas, tal vez porque no se les ocurre cómo transmitir el mensaje con la ampulosidad y la ambigüedad con que deben dirigirse a los humanos los dioses, tal vez porque en realidad nada tienen que decir y les da por quemar una zarza solo porque en el desierto no hay peligro de incendio forestal. Pues este dios menor me ha advertido que sabe de buena fuente que un demonio también menor me tiene enfilado. Me ha aconsejado que me ande con ojo y, de ser posible, que pida ayuda allí donde me la puedan ofrecer -y curiosamente no ha sido específico, no ha mencionado ninguna iglesia ni hecho referencia a ningún sacerdote ni, por si las cosas fuesen muy allá, a un experto en exorcismos-. A petición mía, se

Vodka

Uno, un día, va y piensa “¿por qué no me miran mis vecinos?”, tal vez por pensar algo. Otro día, por pensar algo o por lo que sea, piensa “¿por qué no me miran mis compañeros en el trabajo?”. Ahí uno ya empieza a mosquearse porque una vez que uno ha empezado a pensar ya no hay quien lo pare, y piensa, por ejemplo “¿por qué no me ha mirado el aparcacoches?” y mira que le hecho hincapié en la rozadura del parachoques en el Mercedes, pero él, ni caso. Como si no existiera. Y ejemplos así los tengo a porrillo, me miran pero no me ven, o al revés: mi mujer, mi madre, mis hijos, mis amantes (aunque esté mal decirlo), mi abogado, mis socios rusos a los que defraudé pero sin mala intención, el juez, mi compañero de celda -ruso, por casualidad-. Nadie en definitiva parece verme y ni siquiera mirarme. Solo tras mi entierro hubo una mirada significativa, reveladora, que me reconfortó. Pero no fue de ninguno de los anteriormente mencionados. Y ahora me pregunto por qué demonios nunca me ha gust

Veranus interruptus

Algunas personas hibernamos en verano. El calor nos afecta como el frío a los osos y debemos buscar una madriguera fresquita que nos salve de los sofocos estivales. Y aunque yo, con instinto de oso fuera de temporada, me refugio rigurosamente cada verano lejos de veraneantes sedientos de sol y tinto de verano, este he hecho una excepción -en mala hora lo decidiera- y mi contrición y congoja no han de bastar para enterrar la experiencia en el olvido como no bastaron los nefastos aconteceres del Caballero de Los Leones para derrotar su insania mientras duró. He viajado a Sicilia, patria de todas las mafias, donde en lugar de recibir de un tipo facineroso y malencarado una oferta que no pudiera rechazar, he sufrido la tortura térmica de de un suelo volcánico y abrasador que haría sudar tinta china a un tuareg curtido en los desiertos. Además me he puesto hasta el culo de espaguetis. Así que ahora me toca purgar mis desatinos. Prometo retomar el relato interrumpido y acabarlo de un tirón