En cumplimiento de la promesa que hice
ayer voy a escribir sobre algo. 'Algo' es un término muy vago y por
lo mismo muy jugoso: 'Algo', ¿pero qué? Pues algo, ¿te parece
poco? (¿hablo conmigo?). Ray Bradbury ha muerto hace unos días y yo
no consigo llorar como lloré leyendo algunas de sus historias. A mí
los escritores me traen sin cuidado, solo me interesan -cuando me
interesan- sus escritos. Pero me he dado cuenta que con Ray ha sido
diferente, en él veía a una persona mayor tan, tan excepcional
humana y artísticamente, que lo hubiese querido como abuelo. ¿Se
imaginan ser el nieto de Ray Bradbury teniendo, como tiene uno,
inquietudes literarias muy marcadas? Sería como jugar al póker y
ganar. Una y otra vez. Sin tirar de faroles. Sin malicias ni miradas
torvas, solo la convicción de tener la mano ganadora, esa ventaja
que el destino otorga a quienes están dispuestos a morir por aquello
en lo que creen. Ray fue un elegido porque él decidió serlo, y
vivió una vida plena que ha dejado ecos para la eternidad literaria
y humana. Ahora voy a releer un relato suyo para poder llorar a
gusto, para añorar entre lágrimas al escritor, al hombre, al
abuelo, a Ray, el irrepetible Ray.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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