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Mostrando entradas de junio, 2012

Felicidad

El niño viajaba en el columpio con la precisión de un reloj de péndulo. Reía a carcajadas, su encrespado cabello apenas movido por el viento generado por su bamboleo desenfrenado. Hoy era el día, su día. Había esperado con la paciencia de las tortugas, con la inconsciente sabiduría de los escarabajos, con la desesperada determinación de quien domina su tiempo. Vivió años largos y monótonos, vivió aguantando la respiración años interminables hasta que el destino lo liberó y pudo al fin gritar y reír y bailar en torno a su pasado, sin sentir melancolía por sus seres queridos, con la plenitud de saber que ahora ya era él mismo, de nuevo, viviendo otra epifanía sin nostalgias ni recuerdos, sin pasado. Su pelo blanco y encrespado surcando un huracán de alegría infantil pese a sus ochenta años. Una vez más se había producido el milagro, una vez más era por fin libre. Cuando los servicios sanitarios, avisados por alguna madre madrugadora, lo encontraron sentado en aquel columpio, no pudi

Ray

En cumplimiento de la promesa que hice ayer voy a escribir sobre algo. 'Algo' es un término muy vago y por lo mismo muy jugoso: 'Algo', ¿pero qué? Pues algo, ¿te parece poco? (¿hablo conmigo?). Ray Bradbury ha muerto hace unos días y yo no consigo llorar como lloré leyendo algunas de sus historias. A mí los escritores me traen sin cuidado, solo me interesan -cuando me interesan- sus escritos. Pero me he dado cuenta que con Ray ha sido diferente, en él veía a una persona mayor tan, tan excepcional humana y artísticamente, que lo hubiese querido como abuelo. ¿Se imaginan ser el nieto de Ray Bradbury teniendo, como tiene uno, inquietudes literarias muy marcadas? Sería como jugar al póker y ganar. Una y otra vez. Sin tirar de faroles. Sin malicias ni miradas torvas, solo la convicción de tener la mano ganadora, esa ventaja que el destino otorga a quienes están dispuestos a morir por aquello en lo que creen. Ray fue un elegido porque él decidió serlo, y vivió una vida plen

Graphophobia

  Desde que padezco 'graphophobia' escribir me supone un tormento. El término es obviamente inglés, el diagnóstico en cambio es para todos los públicos. Soy el primero en estar hasta los cojones de tanta mariconada fóbico-existencialista que al parecer sufren escritores sin distinción de talante ni de talento. Yo no pretendo pasar por escritor porque algo me falta, supongo que talento, pero a falta de talento, tiro de talante, ¿y qué me encuentro?, con la graphophobia de los cojones. Ciertas personas, sobre todo un servidor, en vez de soñar con un futuro idílico o al menos promisorio sufren los trastornos de la sombra férrea de un pasado que no pasa del todo y te acaba por encarcelar dentro de ti. Y eso jode que te cagas. Me cago en mis miedos y en sus circunstancias 'y siento más tu muerte que mi vida? (Miguel Hernández). Hablo de la muerte -aparente- de mi certeza y de la vida de mi duda, duda, duda. Esta es mi última queja pública, el epitafio de mi desidia, el fin de m