Supongo que establecer un debate sobre
los logros en la carrera tecnológica de Steve Jobs sería entablar
un diálogo que agotaría a los contertulios antes que al tema. A
ver, que la invención y comercialización masiva de la bombilla
eléctrica por Edison -solo posible gracias a la previa existencia de
fuentes de energía asequibles para los hogares- supuso una
revolución -a costa de la milenaria vela- que mejoró de manera
eficiente y barata la vida de una sociedad desarrollada y altamente
receptiva a tales mejoras es hoy un hecho histórico indiscutible. La
bombilla fue una bomba. Y el tiempo le ha dado la razón
manteniéndola a despecho de las modas y porque no ha habido
invenciones más convincentes en ningún sentido. La pregunta es :
“¿Cuántos inventos similares han sucedido desde entonces?”.
Solo se me ocurre uno, la informática y, sobre todo, el universo
internet, que han cambiado el paradigma social en muchos de sus
términos, y por eso es posible afirmar que estamos ante un panorama
de progreso insospechado hace apenas cuarenta años. Pero ese
horizonte debe irse concretando en avances sólidos y sostenibles que
consoliden una sociedad futura basada en pautas burocráticas mucho
más ágiles en todos los estamentos sociales. Menciono la burocracia
no por azar sino porque estoy convencido de que es, para bien o para
mal, el engranaje que posibilita el avance de la sociedad como un
todo. Los saltos en el progreso de los pueblos han sido posibles
únicamente por la aceptación de los ciudadanos de nuevas formas de
hacer las cosas, que paradójicamente han tenido que ser impuestas
por las administraciones. Excepto en las últimas cuatro o cinco
décadas. No es de mi competencia valorar las consecuencias
sociológicas que el libre mercado asociado a la nueva dimensión
tecnológica tienen sobre la sociedad de consumo -que a su vez
alimenta la oferta de las empresas, y así sucesivamente- pero no se
me escapa como consumidor la cantidad de artilugios que se ofrecen al
amparo del 'no va más' de la tecnología cuya utilidad es cuando
menos dudosa. Y ahí aparece, a mi entender en lugar destacado, el
iPad de Apple y sus réplicas o alternativas procedentes de otras
compañías. Soy, lo confieso, un fanático de los 'gadgets'; hace
años que desestimé el sistema operativo de Windows y me enamoré
del Unix -que es el núcleo de los ordenadores Apple-; mi sueño de
un 'smartphone' de la compañía de la manzana -mucho después del
fallido Newton- se vio cumplido con el iPhone; el iPod y las
descargas musicales me pareció el sueño realizado de un genio, de
Steve.
Pero, aparte de sus ventas
desorbitadas, y de su espectacular diseño, ¿sabría alguien decirme
qué posee un iPad que no tenga un, digamos MacBook Air de 11” en mayor dimensión y que justifica la diferencia de precio y de prestaciones? ¿Por qué ejecutivos y
empresarios -muchos de estos vírgenes digitalmente hablando- han
optado masivamente por el iPad, solo porque para ellos es una especie de Ferrari de la informática con el que vacilar? Humildemente, creo que el gesto del
dedito haciendo como que pasas página tiene algo que ver, te enteres
o no de lo que vas viendo, pero si no lo haces -pasar página y/o enterarte- eres un soberano cateto. Genialidad de Steve, acomplejar a toda la clase empresarial del mundo si no porta un iPad.
Comentarios