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Mostrando entradas de 2012

Un gorrión

  Un gorrión pequeño que no sabe volar sumerge su inocencia en la sala de mi madre que, inadvertida, siente un calor y un donaire que solo de joven se atrevió a soñar y soñó luna tras luna un amor sin desaire un amor de los que no se pueden prestar y el sueño se hizo sueño y cobró su propio aire y el mundo se hizo mundo y no hubo marcha atrás. Nací yo, qué queréis, ya que nacer no es poco un proceso dotado de irreversibilidad y un foco iluminó aquella noche a mi madre un foco de ciencia pura de maternidad. Hoy un gorrión de nuevo le pregunta imposibles preguntas que de vanas desaparecerán y mi madre responde lo que sabe del mundo: su sonrisa, mi llanto y un gorrión que ha de llegar.

Siempre París

  De nuevo en París, paseo sin dejarme afectar por el frío y contemplo una ciudad bulliciosa donde no hay apenas parisinos, emigrantes en estas fechas, y sí mucho turista inmigrante para contemplar una ciudad que no conocían y seguirán sin conocer. Es de esperar que el lunes de nochevieja los visitantes se hayan marchado y los parisinos aún no hayan vuelto, para así disfrutar como un niño en un parque de atracciones medio vacío la magia oculta de esta ciudad que, lo mismo que un cementerio con ilustres tumbas, solo se deja apreciar bajo una luz tenue que preceda al crepúsculo o alumbrada por una luna desganada y sin gente alborotadora que rompa su encanto. París es siempre una buena opción, a no ser que la melancolía te haya apresado, porque un París demasiado melancólico puede ser excesivo para el corazón.

Los zapatos nuevos XII

  Y aunque la determinación de Pablo Ramos, con su impecable traje y sobre todo con una pistola dentro de su maletín, pudiera parecer inquebrantable, el amasijo de violentas pasiones que se desataba en su alma hacía mella en esa determinación. Sabía, o al menos intuía, lo que debía hacer, lo que creía su obligación y al mismo tiempo le flaqueaba el ánimo ante ese compromiso. No obstante, apretó con furia la cartera y aceleró el paso hasta su primer destino, la tienda del hindú. Entró sin llamar y una vez en la sala principal se relajó y de repente se dio cuenta de que estaba empapado en sudor. Notó la camisa pegada al cuerpo y mojada y vio que la mano que asía el maletín tenía un color violáceo por la presión con que lo agarraba. Entonces pensó que relajarse no tenía sentido, por más que el hindú le infundiera confianza en su momento. Con mucho sigilo abrió el maletín y sacó la pistola. Con el mismo sigilo miró una por una las piezas adyacentes sin percibir otra cosa que silencio y un

¿Felices? fiestas

  No puedo comprender a cuento de qué se crearon estas fiesta y estas fechas navideñas. Tengo con quiénes pasarlas pero el que sea una especie de deber, de costumbre social impuesta me repele hasta la náusea. Y querría compartir la cena de Navidad en Kazajistán, con revolucionarios kazakos dispuestos a volarle los huevos a San José y al niño Jesús y a violar a la Virgen para acabar de una vez con el misterio de la inmaculada concepción. Me quedan la mula y el buey, lo sé, pero de ellos ya se han encargado por órdenes de Ratzinger comandos de élite de la guardia suiza -habrán acabado con ellos a base de obligarles a comer cantidades bestiales de chocolate, supongo-. La comida de Chritsmats' eve deja mucho que desear en cualquier lugar del mundo, excepto tal vez en el Congo, porque allí no se come ni por estas fechas. Digo que no es una comida que me vaya ni por el menú ni por la compañía. Porque para ser sincero existen otros 364 días en el año para pedirle dinero a mi madre. Excep

Tiene narices

  Hay programas de televisión que son un asco, y otros que dan asco. Dentro del último grupo está 'Sálvame', o algo sí. Sus participantes proceden de ancestros reptilianos, por eso nunca se muerden la lengua, porque se envenenarían. Me he resistido a hablar sobre este asunto por pura vergüenza, pero es que están envenenado el país con pequeñas dosis diarias de toxinas. La señorita Esteban proclama acongojada que los últimos meses había actuado bajo la influencia de ciertas substancias de las que, tras un proceso de desintoxicación, se haya por fin libre. Entre lágrimas suplica la comprensión de sus contertulios para superar del todo el problema y a los dos programas se comporta de nuevo como miss maricoño, sin dejar títere con cabeza. Pero hija, estás en misa y repicando y pasándote por la nariz el supuesto amor que todo pueblo debe a su princesa. En realidad no sé por qué demonios hablo de temas que me la traen floja. Será que tanta mierda te embrutece y te atrae como un

Palabras

  Un rayo de luna parte con su lengua brillante mi querido mar en dos diáfanos y a la vez oscuros fosos de ignotos aullidos cadenciosos y eternos. Pues empezamos bien. Porque ni hay luna ni rayo que riele el mar. Pero los poetas semos ansín. Valga decir gilipollas. ¿Cuántos poetas que se precien de tales existen y ejercen? Vayamos más allá: ¿Cuántos intelectuales? Seamos menos inconcretos: ¿Cuánta persona culta hay? Y ahora divago: ¿Cuántos periodistas manejan su idioma con un mínimo de rigor? El periódico 'El País' tiene su libro de estilo que debería servir de criba a tanto disparate léxico y aún ortográfico. Y otros diarios imagino que lo mismo. Y qué decir de los políticos, que se sirven del idioma como un arma y lo enturbian cada vez más. Gente culta se le supone, pero en la arena política evidencian ignorancia de sus lenguas. Y eso luego se transmite. La lengua es un instrumento de comunicación a la vez que una forma de arte. Winston

Gotas de lluvia

  Es desagradable encontrarse enfermo en un lugar extraño, ajeno a tu mundo habitual y relativamente seguro; en el extranjero, por ejemplo, un simple resfriado magnifica tu malestar y la vida entera se vuelve aparatosa e intolerable. Estás en la cama de la habitación del hotel y oyes las gotas de lluvia golpeando el cristal y ese sonido, tan amigable y confortador en tantas ocasiones, se torna desagradable e inhóspito y te produce melancolía y tristeza. ¿Será esto lo que ocurre en una vejez solitaria? Esa invalidez, esa congoja, esa impotencia. De momento, al menos, puedo recurrir a gente cercana en caso de extrema necesidad. Pero, ¿y de anciano? Cuando solo el consuelo de una vida sin decrepitud aporte a tu alma unas gotitas de alegría, cuando solo el consuelo de otra vida alivie un poquito lo que te queda de esta. Entonces, ¿qué? Porque como si en mi caso no existe ese mínimo consuelo, ¿a qué te puedes aferrar? ¿Qué último recurso servirá como bálsamo en esos postreros días? ¿Quién

De nuevo en París

  En París hace un frío que te cagas. El cielo el macizo y gris y no da cuartel, no invita a salir. Esta mañana le he echado huevos y he salido a pasear. A la media hora tuve que refugiarme en un pequeño local donde servían comidas y vinos. Pedí un tinto para entrar en calor y algo no muy abundante de comida, así se lo especifiqué a la chica de la barra. Me señaló unos salchichones colgados como propuesta. Dije: “Hombre, salchichones”. Ella repitió: “sarsisones”. Sí algo así, son típicos de mi tierra, dije. Ponme una tapita, por favor. Al rato me plantó en la barra una fuente de rodajas de salchichón. Me la comí enterita porque estaban buenísimas. La chica me invitó después aun fromage de goat, que era queso de cabra. Estaba para chuparse los dedos. Pedí más queso y el nombre del mismo. Me lo apuntó en un papel. Es un Dominique Latroix, rue Lille 23, 3º-A. A lo mejor mañana voy a probarlo de nuevo. A mí es que todo lo que huele a añejo me tira.

Cuernos

  Hablar de relaciones sentimentales es hablar, tarde o temprano, de cuernos. No quiero decir, Dios me libre, que en toda relación sentimental deba existir un episodio de cuernos, pero los cuernos no suelen estar previstos cuando se comienza una relación y ya solo por eso es comprensible el revuelo que causan, por lo inesperado, cuando toman cuerpo. Debido a la naturaleza machista de la sociedad española si es el hombre el cornudo se le llama eso, cornudo y a su mujer puta. Si lo es la mujer se la llama cándida, ilusa o tonta y a su marido mujeriego. ¿Son moralmente confrontables los términos 'puta' y 'mujeriego'? Si. ¿Son equiparables? No. Una puta, cuando el apelativo es usado para designar a una adúltera, es una persona vil, deleznable, una mala esposa y peor madre. Alguien prescindible en el seno sagrado de una unidad familiar. En cambio, si el adúltero es el marido, pues bueno, ha salido mujeriego el hombre, tampoco es para tanto y su expulsión del nido familiar p

Relaciones

  Una de las putadas de las relaciones sentimentales es que tienen un fin. Unas veces -en el mejor de los casos aunque suene tétrico- por el fallecimiento de uno de los amantes, otras, las más por un desacuerdo en cuyo amplio espectro es imposible profundizar. En resumen, que se acaba; finito. Yo he pasado por varias y puedo atestiguar que lo peor es siempre el final. Una putada muy didáctica que nos muestra en un periodo relativamente corto la brevedad de la vida. Si reponerse y subsistir como acto reflejo de supervivencia tiene sentido es algo que se escapa a mi entendimiento. Porque vivir con dolor, con ese tipo de dolor, comprendo que sea cuestionable y haya quien opte por no sufrir. La vida es corta y debe ser acometida con intensidad, por eso cuando a causa de una pena de amor languidecemos el recurso de 'adiós, muy buenas' debe ser entendido y disculpado. Pero siempre podemos elegir lo contrario y apechar con la pena a pecho descubierto. Esta opción es la preferida de l

Opinar

Hace un par de días un periódico de tirada nacional daba el siguiente título a una entrevista a un actor español: “Ser intelectual y ser de derechas son cosas incompatibles, o se es intelectual o se es de derechas.” Desconozco, porque no leí la entrevista, si la frase fue sacada de contexto. Pero no pudo evitar una pequeña reflexión por mi parte ya que estoy algo cansado de la excesiva intromisión de la política en la vida diaria de los ciudadanos. Soy consciente de que en un sistema democrático que ha acatado -con mayor o menor recelo- un determinado modelo de comportamiento en sus relaciones comerciales como el capitalista tenga dudas de ese sistema cuando falla y lleva a los ciudadanos al límite de sus posibilidades y de su aguante. Que el fallo no se deba al sistema adoptado sino a la manera en que los políticos lo interpretan/manejan/manipulan no pasa de ser una convicción personal, pero profunda. No reconocería a un intelectual ni en estado de hiperlucidez, o sea b

Los zapatos nuevos XI

                                                                       XI   Habíamos dejado a nuestro héroe, Pablo Ramos, saliendo de un hotel discreto y decente en el que se había alojado aquella noche por consejo de su amigo Carlos. Viste un traje azul marino de buen corte y lleva cogida con su mano derecha un maletín en el que, entre otras cosas, oculta una pistola con silenciador que su amigo Carlos, propietario del arma, había insistido en que debía llevar. Pablo se había sincerado con Carlos contándole la historia de los zapatos del hindú y también los pormenores de su vida desgraciada, aunque esto último no hacía falta que se lo dijera porque Carlos lo sabía desde hacía mucho tiempo, más tiempo del que duraba la amistad entre ambos, porque fue Carlos quien, tras leer a hurtadillas algunos de los escritos de Pablo, cometió la estupidez, que tanto habría de lamentar después, de enseñarle esos escritos a don Arturo, en la creencia de que este, al percatarse de la calidad de

Los zapatos nuevos X

                                                            X Pablo Ramos nunca había sido un tipo violento. De niño huía de las trifulcas en el colegio y nunca contestaba a las provocaciones de los alumnos chuletas. Siempre que podía escurría el bulto, como decían sus compañeros. Pero no era miedoso, simplemente sentía aversión por la violencia, le parecían un recurso primitivo y absurdo para resolver las diferencias. Por supuesto, jamás había tenido un arma de fuego en las manos y solo la insistencia de su amigo Carlos le había hecho reconsiderar su postura. Carlos, de joven, trabajó como ayudante de un detective privado en Londres, adonde fue con una beca de estudios, pero su temperamento aventurero era incompatible con un horario riguroso y unas clases aburridas. Como era joven y valiente se acostumbró a frecuentar garitos en barrios peligrosos en busca de aventuras excitantes. Una noche lo provocaron y sostuvo una pelea de la que físicamente no salió bien

Esa esquiva alma

Volviendo a incidir en el tema, que diría un tertuliano, no estaría de más replantear la pregunta -palabras textuales del tertuliano- que tanto debate ha provocado desde que el hombre es hombre -esto es mío, lo siento-, es decir, intentando ser concreto: ¿Qué es el alma? Quiero decir, ¿existe?, y si es así, ¿dónde? Me refiero al lugar geográfico del cuerpo humano. Pero me he perdido nada más comenzar, como siempre, la pregunta era: ¿Qué es el alma? Nada, ni flores, no hay respuesta incontestable. Conjeturas, sí; hipótesis, por supuesto; suposiciones sin fundamento científico, pero -y el tertuliano ahora se afana- es que la ciencia está sobrevalorada, somos esclavos del progreso y eso nos separa de nuestro ser esencial -redundante pero efectista-, de nuestro pasado, del legado de nuestros mayores. De acuerdo, vale, pero la pregunta sigue sin ser contestada. Para la religión cristiana el alma es lo que confiere a un ser de humanidad, algo así como un DNI celestial que cert

Incidente en la venta del Trueno

El niño camina alegre por el polvoriento y áspero camino. Es pleno verano y le chorrea el sudor empapándole el torso y los brazos. También el culo lo tiene empapado. Silva fuerte para espantar la sed y se apaga de golpe el estridente chicharreo canicular; va camino de la venta del Trueno, a unos cinco kilómetros de la casa de sus abuelos, donde veranea con sus padres y hermanos. En la venta estarán su padre y sus tíos con algún amigo, bebiendo unas cervezas antes del almuerzo. A él le gusta acompañar a su padre cuando va allí porque siempre le compra algún refresco que el niño agradece como si fuese una bebida exótica. Además, le gusta asistir a las conversaciones de los mayores. Él tiene sólo nueve años pero ya sabe algo de fútbol y de toros. No le dejan intervenir en sus disputas pero alguna vez alguien, desarmado y solo en mitad de un debate, recurre a él buscando un ínfimo apoyo para su causa. -¿Verdad Luisillo que Gárate es mejor delantero que Amancio? -Yo soy

Los zapatos nuevos IX

                                                                          IX Caminó con lentitud deliberada hacia la editorial. Tardó una eternidad en llegar pero el tiempo había dejado de ser una cárcel para él y por eso no le importó. Decidió que cada instante era imprescindible y vivirlo con plenitud significaba morir para el resto de los instantes. Sólo vivo ahora, el resto del tiempo carece de significado porque no lo estoy viviendo. Se paró asombrado por la consciencia de estar aplicando a su vida lo que siempre había creído reflexiones metafísicas de un hombre que solo podía filosofar, pero no actuar. Un sentimiento de plenitud lo recorrió como una descarga eléctrica. Ahora era un ser humano, o volvía a serlo después de veinte años de sumisión, mansedumbre y dependencia. El edificio estaba casi desierto porque era la hora del almuerzo. En las editoriales los almuerzos suelen ser tardíos. Se dirigió a la oficina de Carlos, el supervisor de reportajes. Carlos He

Los zapatos nuevos VIII

  --> Se sentó en el escalón de entrada de un portal y trató de concentrarse en la conversación de don Arturo con el hindú. Al parecer tenían un acuerdo desde hacía tiempo que el hindú, al permitir que Pablo se llevara los zapatos, había roto. Tenía que descubrir aquella trama que tenía pinta de amenazar su matrimonio con Blanca. Se levantó e intencionadamente caminó hacia una cafetería cercana. Los zapatos no se opusieron. Giró en redondo y tomó la dirección contraria con el mismo resultado. Aquellos zapatos parecían haber perdido el poder de guiarlo, como había supuesto Pablo. Se dirigió entonces a la editorial, sabiendo que no se encontraría con don Arturo. Subió al tercer piso y alcanzó su despacho. Tras contestar algunas misivas internas a vuelapluma abrió una pequeña caja fuerte disimulada tras un anaquel del estante repleto de archivos y papeles de todo tipo. Sacó una carpeta repleta de folios mecanografiados y la introdujo en un maletín astroso que debía de ser muy vie