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Mostrando entradas de septiembre, 2011

Te lo cuento

Yo cuento el cuento de una estrella sin noche, de un rumbo sin barco, de un llanto que llora una risa sin fin. Cuento un cuento sin final que no deja huella, esa huella fácil que solo está en el fin. Cuento cuentos sin contar contigo, cuento historias que dejan dormir, las olvidas con la rapidez de un parpadeo y no echas de menos principio ni fin. Cuento lo que invento sin que me lo pidas, y yo y los inventos nos llevamos bien: yo imagino un imposible idiota y ese pobre idiota ya vive sin mí. Cuento lo que siento sin sentir de veras, cuento lo que un tonto no supo contar, cuento lo imposible y hasta lo impensable que antes que yo alguno ya pensó por mí; y lo hizo posible, y no él sino el tiempo, que estropea los cuentos de nunca acabar. Cuento mis miserias, cuento mis mentiras, cuento mis anhelos, cuento mi verdad. Cuento tus sonrisas, cuento tus silencios, cuento los minutos que nos quedarán. Cuento sin descanso, cuento sin contar, cuento sin aliento si te cuento a ti. Cuento por

Roxana

  En mi pueblo nadie duda de los hombres-lobo, existen desde el inicio de los tiempos o al menos de los tiempos del pueblo y, aunque todos los temen han aprendido a compartir la vida con ellos; o más bien la muerte. Son un mal inevitable y se les acepta como a cualquier otro mal, de mala gana. Se convive, o mejor dicho se coexiste con los licántropos, porque no se comparte el tiempo salvo el muy fugaz de la muerte, ese instante repentino y atroz en que uno de ellos cae encima del elegido y con un mordisco brutal separa la cabeza del tronco de la víctima y mantiene su cuello desflecado y sangrante apuntando hacia la luna llena, después lo engulle y aúlla salpicando la noche de gotas de sangre aún caliente. A la mañana siguiente los vecinos encuentran una cabeza y un cuerpo separados por un charco viscoso, y pisadas violentas y frescas sobre el rocío de la hierba. Por eso, las noches de luna llena, cerramos y afianzamos puertas y ventanas y no se nos ocurre salir, salvo en ocasiones

Calumnias

No sé si nos hemos dado cuenta, pero estamos (existimos) en un estado de derecho que dispone de un sistema judicial independiente. Esto significa que por muy apegados que sigamos a la inercia de una dictadura que no termina de morir nuestras leyes son soberanas y lo que dicen va a misa. Me permito la ironía porque aparecen más a menudo de lo que sería democráticamente saludable juicios mediáticos más contundentes que los oficiales que trastornan, a veces de manera definitiva, la vida de algunos ciudadanos. Sólo pondré un ejemplo, aunque los hay a porrillo: el señor Buenafuente tuvo la descortesía de hacer un chiste fácil en su programa acerca de la atleta Marta Domínguez, merecedora de diversos galardones por su intachable carrera deportiva, y en aquel momento encausada por un supuesto delito del que quedó absuelta por completo meses después. Pues bien, el señor Buenafuente -un cómico excelente a mi entender- no se ha tomado la molestia de pedir disculpas a Marta Domínguez una vez a

Paradoja

Hay veces que escribo para que no me fusilen. Y otras porque si no escribo me muero.* * Esto no debe interpretarse literalmente, sino literariamente.

Con Bvalltu

Veo a Bvalltu echado en su tumbona de la terraza a la luz de la luna. Un tanga ridículo ciñe su cintura apergaminada y fofa. Se cubre la cara con unas estrafalarias gafas de sol años setenta. fuma un puro diminuto y apestoso, lo saborea. me echo en la tumbona de al lado, cansado. -¿Un mal día, corderillo? - Un mal siglo. - El tiempo es una dimensión elástica. - No estoy para sermones. - Intentaba ser amable. - Pues calla. Hace años que Bvalltu vive en mi casa y hemos sabido incorporar las borderías a la cotidianeidad de nuestras conversaciones ácidas y tiernas, a la liturgia de una relación de amigos separados por una raza y unos miles de milenios, nada que interfiera en una amistad verdadera. -¿Puedo decirte... -No. - Puedo quedarme callado, si lo prefieres... -Exacto. Nada como la mutua comprensión de dos seres que se conocen hasta la náusea.