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Mostrando entradas de febrero, 2011

En sueños

Me entristeció enterarme de la muerte de Berta Ríos. Por supuesto, también me preocupó, me había acostado con ella la misma noche en que fue establecida su muerte. Además, todo apuntaba a que la muerte no fue natural y había sido asesinada. La tristeza me duró poco, como poco dura el entusiasmo de una relación fugaz de una sola noche, pero la preocupación se aferró a mi corazón con el vigor de una pitón, y me asfixiaba las noches y los días de aquel invierno nefasto. Soy soltero por convicción y mujeriego por vanidad; la soltería es cómoda y libre de compromisos; las mujeres son incómodas y comprometidas, o por comprometidas; sea como sea, siempre acaban por reclamar en algún momento algún tipo de compromiso; se me da bien reconocer cuándo ese momento ha llegado o está a punto de llegar y me bato en retirada sin una explicación o una despedida: detesto las justificaciones y odio los melodramas lacrimógenos. Cierro la puerta y me olvido enseguida de los días o semanas (nunca meses) que

¿Cuestión de tamaño?

  Tiene Dostoyevski un relato precioso titulado “Noches blancas” (Bielia Nochi) que no recuerdo ahora de lo que va pero me impresionó al leerlo. (Bueno, en realidad sí recuerdo de lo que va y el título original y parentético es una vacilada para quienes se dejen vacilar.) Pues ese relato corto, intenso y apabullante pertenece a una especie de ramificación literaria del genial autor, famoso por sus inacabables novelas. Digo inacabables sin ningún matiz peyorativo: lo eran literalmente, gracias a Dios. Pero es la 'obra menor' de este autor la que llama mucho mi atención, al igual que las 'obras menores' de otros muchos novelistas, con Kafka a la cabeza del pelotón. En primer lugar, un ejercicio de concisión literaria por parte de tamaños maestros es no sólo una cortesía para con los lectores más fatigados o menos entusiastas, sino una muestra de su capacidad para condensar en pocas páginas lo que bien pudiera requerir un amplísimo campo de plumas, y eso no está al alcance

Suicidas

  Entiendo bien a los suicidas. El mundo se queda pequeño para ellos y saltan. Yo he tenido esa sensación una o dos veces, sólo que no sabía hacia dónde saltar, ni desde dónde, por eso desistí, pero sigo albergando el alma de un suicida en mi interior. El día que cobre sentido el 'para qué' sabré encontrar el cómo, el cuándo y el dónde. En el fondo todo se reduce a una ecuación aritmética cuyo enunciado la policía, a fuerza de intentar resolver la solución, conoce muy bien. Pero como no tengo amigos policías no puedo obtener respuestas que den sentido al 'para qué. Hay, hubo, miembros de mi propia familia que encontraron ese sentido y espero que también respuestas; porque tengo la íntima sensación de que al final todo es cuestión de respuestas. Pero quién necesita respuestas cuando ni siquiera son posibles las preguntas. En mi último viaje, un guía local egipcio me preguntó mientras tomábamos un té qué era para mí lo más importante en la vida. Me pareció tan fuera de lugar