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Mostrando entradas de diciembre 6, 2010

El encargo

 Llegó al apartamento con la ropa empapada, el cuerpo deseho y el alma rota. No había parado de llover en toda la noche y a esas horas de la madrugada las alcantarillas no podían engullir más agua, que dibujaba ríos caprichosos sobre el asfalto de las calles. La negrura insípida de la noche escasa de farolas contagiaba su ánimo, y el refugio del sillón y el cigarrillo apenas lo abrigaban de la fría soledad que lo gobernaba desde el día en que, borracho para olvidarse de sí mismo y escapar del cepo de su memoria, aceptó el trabajo que le propuso aquel tipo en el bar de Olivia dos semanas atrás. ¿Cuánto tiene que soportar un hombre antes de gritar ya basta? ¿A qué no estaría dispuesto por detener los latigazos despiadados de su propia conciencia? ¿Cuándo sabe que ha llegado al fondo de sus miserias, al sótano de sus escrúpulos, a las mazmorras de su perdición? Ayer buscaba a Dios y hoy alterna con el Demonio. De perseguir lo sublime, de ansiar un destino noble, de soñar con la inmorta