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Mostrando entradas de marzo 21, 2010

Un amargo postre

Durante la cena el comportamiento de Madison y Jim fue escrupulosamente educado y visiblemente tenso; encauzaron la conversación por territorio conocido y vanal donde mantenían su nerviosismo bajo control. De ahí su sorpresa cuando, en un disparo a ciegas, pregunté de sopetón que qué tal estaba Maximilian Mad. Jim tosió con estruendo escupiendo el bocado de filete que masticaba sin ganas; Madison optó por no introducirse el que llevaba pinchado en el tenedor. La etiqueta se había roto, así que cada palo aguantara su vela. Ambas se levantaron y corrieron sin rumbo por la casa. Me apunto el tanto, pensé satisfecho. Mi satisfacción no duró mucho. El último reducto de la mente antes de caer presa del pánico es el autoengaño. Por eso no quise creer que Madison me estaba encañonando con un revolver a la altura de mi sien derecha. Incipié un movimiento giratorio con lentitud y una sonrisa cuando el chasquido del seguro al ser quitado me disuadió de cualquier artimaña. Mi mente ya era pres