Será sólo una pregunta, una pregunta sin respuesta, como son las preguntas que de verdad importan: ¿Cómo puede usted, señor Javier Bardem, actor, erigirse como paladín de la causa de los saharauis cuando ha tenido tantas ocasiones de hacer lo mismo con las víctimas de ETA?
ETA ha matado, ha cercenado la vida de cientos de ciudadanos españoles con impunidad. La (entrecomillo) 'Comunidad Internacional' ha hecho menos que nada al respecto. Aquí, en España, no hemos pasado de lo políticamente correcto (que sólo es la institucionalización de la hipocresía) para condenar desde las diferentes instituciones la masacre continuada y concienzuda de esa banda de asesinos. Existen, gracias a la democracia que hemos conquistado entre todos y que los etarras desprecian, asociaciones de familiares de esos asesinos que exigen la proximidad de los presos, porque desplazarse hasta Cádiz cuesta un huevo, y los demócratas atendemos a esas peticiones.
Deploro la situación que sufre el pueblo saharahui, similar a la de otros pueblos que todavía, en el sigo XXI, padecen la bestialidad de gobiernos carniceros con los que España y otros países democráticos mantienen relaciones diplomáticas, en un acto de servilismo al poder y a los intereses de los Estados Unidos, con quienes de ninguna manera deben ni desean indisponerse. La Historia es una sucesión inacabable y cruenta de abusos y subyugaciones de las que todos somos culpables.
Pero que no venga ahora el señor Bardem a darnos clases de política internacional cuando jamás ha dicho en voz alta como ahora hace, valiéndose del púlpito de la fama, una palabra en contra de quienes matan impunemente a sus conciudadanos.
No soy un tipo violento señor Bardem, pero sus reproches al gobierno respecto a su comportamiento con el conflicto del pueblo saharaui bien pudieran ser una continuación de sus aún no difundidas opiniones sobre los asesinos de ETA. Digo que no soy un tipo violento porque usted a veces parece serlo y a mí, que como estudiante aventajado de ciertas artes mal llamadas marciales he conocido a gente de su perfil, no rehuiría una conversación que extralimitase lo 'políticamente correcto' con usted, siempre que mostrase conmigo, como es obvio, el mismo ímpetu que desata con causas que ni remotamente harían peligrar su integridad física.
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