Como hace una noche clara de luna llena decido subir a la azotea a contemplarlas. Bvalltu está tumbado en la hamaca, con las gafas de sol puestas, tararea una canción. Nunca sé cuándo está de buen humor y cuándo soliviantado por alguna desmesura pequeñez, siento la misma impotencia que un mimo con bótox, aventuro una charla.
-Bonita noche.
-Si tú lo dices.
Vale, hoy no estamos de humor, le sigo el juego.
-¿Tarareas el 'canto fúnebre'?
-Pienso en mi planeta.
-Entiendo: teleeefooono, mi caaasaa.
-Tenéis un estereotipo algo simple los terrícolas de los habitantes de otros planetas.
-Bueno, tú no me pareces simple, todo lo contrario.
-Entonces, a qué viene la ironía.
-Para romper el hielo, hombre, que estás más rígido que una estalactita.
Bvalltu se ensimisma aún más, creo que intenta trascenderse y, de algún modo místico, conectar con el alma de su planeta natal. Me parece que sufre, el pobrecillo, aunque cuando menos te lo esperas se vuelve más alegre que unas castañuelas.
-Hoy he leído en el periódico que un hombre ha matado a tiros a su mujer y a sus hijos y luego se ha suicidado, ¿qué te parece?
-Que la noticia, para serlo de veras, hubiera tenido que invertir el orden de los sucesos: hombre se suicida y después mata a tiros a su mujer y a sus hijos.
-¿Quién es el irónico ahora, Bvalltu?
-Te tengo dicho que me llames Bronco.
Se incorpora y alcanza de la silla plegable un sombrero de ganster que le regalé, se lo cala y enciende un puro largo y fino. Se retira caminando estilo John Wayne a su habitación. La luna es un inmenso foco de luz que tiñe con diferentes tonos de añil el horizonte y el mar, rielado con una estela de plata. El cosmos, pienso, es infinito; me concentro en la idea y un vértigo me recorre al instante la espalda, me siento mareado, inundado por esa consciencia de inmensidad absoluta, inabarcable, imposible.
Me sé de repente tan desubicado como Bvalltu, más perdido que un pulpo en un garaje.
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