Desde que leí a los psicólogos constructivistas de la escuela de Palo Alto soy capaz de compaginar mi necesidad de escribir con mi desgana para hacerlo sin el menor remordimiento y sin sentir que vivo una contradicción. Hay necesidades tan radicales que si una no las satisface muere, por ejemplo comer, dormir o ver un ratito a Zapatero en la tele; se trata de necesidades vitales de, valga la redundancia, primera necesidad. Otras son en cambio relativas y se manifiestan de modo lateral o tangencial; tales son las del espíritu, como por ejemplo escribir, coleccionar sellos o asesinar en serie. Estas últimas exigencias dimanan de nuestro más íntimo ‘yo’ y no satisfacerlas siempre produce un desasosiego en el alma, pero admiten postergaciones, a menos que uno sea un egoísta de tomo y lomo, como lo son casi todos los niños, algunos deficientes y los españoles, que exigimos a Zapatero acciones y no lirismo. Es por ello que, en mi caso, sentir la llamada de la pluma -no me malinterpreten, por favor- y hacer oídos sordos es todo uno, lo que me ocasionaba no pocos dolores de cabeza por sentir que faltaba el respeto a mi destino natural. Pero, como he dicho, los constructivistas me han revelado que el único sentido posible de la vida es el sentido común, del que nadie me puede acusar de poseer siquiera una pizca, así que mi conciencia se mantiene calmada y mi pluma inactiva por mucho que se desgañite mi contumaz aunque huidiza musa, que a modo de Pepito Grillo, se empeña sin éxito en llevar a cabo armada de razones lo que mi difunto padre conseguía en un santiamén con un par de hostias. Ahora, libre por desgracia de la contundencia académica de mi progenitor, deambulo cada día con mayor descaro por soporíferas regiones de ángeles asexuados y musarañas que se obstinan en mantener en secreto lo que son, con el impreciso propósito de poner algún día manos a la obra y solucionar esta crisis que me atenaza y que me pasará factura por mucho que yo me niegue a ver lo evidente; igualito que Zapatero.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
Comentarios
Un saludo
Un abrazo, ya escribí no hace mucho que frente a la pereza solo nos queda la vanidad
Un saludo.