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Mostrando entradas de noviembre 10, 2009

Gris

   Un humo denso y plomizo se elevaba sobre los tejados de la ciudad. Los rayos del sol no conseguían atravesar aquella espesura gaseosa. Era un día como otro cualquiera, la misma quietud indolente, la misma monotonía cromática, el silencio de la desesperanza. El tiempo se apelmazaba sobre las calles vacías, laberínticas y estrechas, y la mugre y el abandono tiznaban de olvido las fachadas de las casas. Como una foto en blanco y negro de sí misma, la ciudad se diluía en su propio olvido, delicuescente y etérea, momificada, como esperando un piadoso soplido para deshacerse al fin en cenizas.    Un cuervo se posó sobre la estatua de algún preboste local y trató de picarle los ojos de mármol. En una ciudad sin alma no hay alimento para los cuervos.    El río alquitranado se remansaba en turbios recodos donde se acumulaban inmundicias que había arrastrado desde muy arriba, desde otras ciudades de las montañas donde todavía ardía la llama de la vida.    El niño apareció silbando