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Mostrando entradas de julio 16, 2009

Mónica

Había en sus ojos esa irónica malicia de quien usurpa la personalidad de otra persona. Eran ojos de mirada hipnótica repleta de vagos matices tras los que se adivinaba una camaleónica y perversa capacidad para mostrar distintas facetas de carácter sin permitir entrever una sombra de disimulo, una facultad de diversificación que sólo los grandes actores o los grandes locos poseen. La trajo mi hermana una tarde de septiembre, dio alguna vaga excusa para introducirla en su cuarto del que no se movió desde entonces. Fueron tres meses en total, creo, lo que duró su estancia en casa antes de que yo la matara. Era una obsesión para mí, aquella mirada siniestra, diabólica, me perturbaba los días y me arruinaba los sueños. No podía sacarme de la cabeza sus ojos que escondían un ser que no era ella, un ser aprisionado en aquel cuerpo menudo y maleable, siempre cubierto por un vestido de tul, siempre sentado en la silla del cuarto de mi hermana, de cara a la puerta de la habitación, como espera