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Mostrando entradas de mayo 22, 2009

Conflictos

Un policía estúpido de Atenas arranca unas páginas del Corán y provoca una oleada de disturbios causados por musulmanes indignados que claman por el maltrato a su fe, a su evangelio. Kenneth Galbraith vaticinó que los conflictos de nuestra era serían consecuencia del desigual reparto de la riqueza entre los pueblos. Sin ánimo de desdecir al ilustre economista tengo que señalar que la vecindad entre pobres y ricos siempre ha sido un detonante de conflictos. No augura nada que los desposeídos no rumiaran aun sin ser conscientes ante el espectáculo diario de la desigualdad evidente con sus vecinos. El conflicto se ve venir de lejos en una comunidad étnica, religiosamente diversa. Dice Amin Maalouf en su ensayo “Identidades asesinas”: ‘Cuando sienten que su lengua es despreciada, que su religión es objeto de mofa, que se minusvalora su cultura, reaccionan exhibiendo con ostentación los signos de su diferencia’. Los desposeídos se agrupan en torno a sus valores esenciales, lo único que le

Humanos

Si atendemos a nuestros sentimientos, uno es en la medida que quiere y es querido. Los acontecimientos sucesivos que van configurando nuestra vida están supeditados a una querencia indispensable para darles aliento. Desde el abrazo entrañable de un amigo hasta la fusión visceral con un amante, nuestros sentimientos configuran nuestro camino por la vida no sólo de forma determinante, sino irreversible. Somos lo que sentimos, para nuestra desgracia, porque los sentimientos despojados de razón nos reducen a meros animales, y como animales hemos construido la historia de la especie: a golpe de instinto, despreciando la capacidad de razonar y discernir que supuestamente nos diferencia de las otras especies. Pero, si controlamos los sentimientos desmadrados, ¿somos más humanos? No creo, si acaso, menos locos, menos destructivos, pero igualmente humanos. Feliz y fatalmente humanos.

La vista

Me ausento cinco minutos y aparece el otro. Lo he comprobado muchas veces antes de decidirme a escribirlo. No es que yo sea un paranoico, aunque pudiera ser, pero creo que no me comporto como un loco al afirmar que me tiene marcado. ¿Para qué? No lo sé, tampoco el porqué, pero conoce cada uno de mis pasos, de mis movimientos, cuándo quiero algo y cuándo no. Es un tormento. Es irme yo y aparecer él. Siempre en casa, mi misma bata, mis mismas pantuflas, hasta mis mismas gafas graduadas que perdí hace semanas. Eso le ha delatado, las gafas. Las vi tras una visita a la nevera, encima de la mesilla que coloqué entre el sofá y la tele para diversos menesteres, como dejar las gafas y no volver a encontrarlas. Pero esta vez sí, las he encontrado. Y por ese detalle le he descubierto. Él pensará que con mi despiste iba a tomarlo como algo normal, lo de encontrar las gafas donde tal vez las dejé, pero yo no caigo en trampas tan ingenuas, no por nada soy paranoico e hipocondríaco, difícil que pi