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Mostrando entradas de marzo 18, 2009

¿Mi gato?

Envuelto en la calidez del edredón disfrutaba de esos momentos en los que no se está despierto ni dormido, minutos o segundos de tiempo fronterizo, de tiempo de nadie, a caballo entre el sueño que no se quiere acabar y la vigilia a la que le da pereza comenzar, segundos, minutos de consciencia adormecida donde se mezclan la realidad soñada y la realidad percibida, el sueño y la realidad, mentira y verdad o verdad y mentira. Escuché, amortiguados, los pasos de mi gato sobre la moqueta del dormitorio, su ronroneo asmático y sordo; se acercó hasta mi lado de la cama, su sonido gutural subió de volumen; alargué mi mano por fuera de la cama para acariciar su lomo, su inacabable lomo. El rayo de una certeza me despertó de golpe; y recordé. Yo no tenía gato.

Frases, monos y frases

No recuerdo ahora quién dijo que somos prisioneros del tiempo, cautivos de la eternidad. Hacer frases contundentes parece ser el trabajo de algunos pensadores. Luego vienen otros que no piensan tanto y los parafrasean si tienen principios éticos o los plagian si no los tienen. Los escritores, por lo general, y como la mayoría de los espíritus libres, que saben cómo librarse de las tiránicas cadenas de la mediocridad, son gente de ética voluble, incluso indefinida, así que el plagio abunda más de lo que sería deseable, sobre todo por los plagiados, que se desesperan viendo cómo en los Tribunales de Justicia los abusos que algunos desalmados cometen con sus conspicuos escritos sufren una prelación de orden inferior a las violaciones y los asesinatos. Y es que la Justicia es a veces tan injusta (acordarme de patentar esta frase). En uno de los libros que leo estos días –siempre simultaneo cinco o seis-, creo que en ‘Nunca digas noche’, de Amos Oz, un personaje cuenta una historia acer