Ir al contenido principal

La pluma de Onetti


Hace poco tuve un sueño no sé si dormido o despierto. Debería haber una manera de distinguir los sueños según el estado en que los tuvimos, pero al menos en mi caso no hay manera. Así que confundo a veces lo soñado en sueño y lo soñado en vela. Y es una lata, ya que la huella evocativa que me abruma o me regocija durante horas o días después de soñar sueños dormido se ha reproducido en los sueños de vigilia, de tal modo que mis estados de ánimo de soñador sempiterno oscilan a merced de ese poso de sentimientos que ahora también me producen mis sueños desvelados. No sé que diría Freud al respecto, pero repito que es un fastidio.


Pero quiero hablar de ese sueño que soñé tal vez dormido, tal vez despierto y que alteró la rutina de mis apetencias y caprichos durante algunos días. Soñé que yo era la pluma de Onetti, la misma con la que escribía sus líneas anárquicas y geniales. Como comprenderán, no tenía un horario de trabajo, ni un lugar fijo de descanso, aunque frecuentaba mucho la cama del escritor, que me dejaba reposando a su vera cuando al fin se dormía. Soñé que sus palabras no siempre parecían tener sentido y yo pensaba: 'Se ha despistado, esto hay que quitarlo', y luchaba contra los dedos desganados de Onetti para dibujar lo que a mi entender era pertinente a continuación. Así por ejemplo, si me obligaba a escribir: '...la cara, la sonrisa del mancebo de botica no tenían nunca el resplandor brillante del cinismo.”, yo pugnaba por corregir el adjetivo 'brillante' por otro más acertado, porque, ¿cómo va ser brillante el cinismo? Va contra la concepción moral del mundo. Pero más pugnaba yo por regresar a lo ya escrito para cambiarlo, más me empujaba él en el sentido de su escritura con una tozudez de loco o de genio, ya que esto último tuve que empezar a convencerme que también cabía como posibilidad, a fin de cuentas nadie entiende a los genios, como pasa también con los locos, pero los genios al final sacan el conejo de la chistera y todo cobra sentido, a diferencia de los locos, cuyos actos quedan inexplicados para la utilitarista sociedad.


Mientras fui la pluma de Onetti, sin saber en el sueño nada acerca del escritor -para respetar la lógica interna de la pieza onírica-, padecí una dolencia distinta, aunque relacionada con la que sufro cuando escribo despierto (también sé escribir dormido, pero no guardo registro de esas líneas). Una angustia permanente, no por cómo inventar y ordenar las palabras que seguirían, sino por cómo no escribir aquello que me dictaba mi dueño que era el creador, el pésimo creador a mi entender. Y esa tortura dictaminé luego que era menos llevadera que la que padezco cuando el que crea soy yo. Porque yo sufro, al fin y al cabo, porque así lo quiero. Pero en el sueño el sufrimiento era impuesto y esa opresión a mi voluntad se sumaba a mi seguridad como crítico improvisado acerca de lo que era o no pertinente cuando escribía aprisionado por la mano de Onetti. El regusto amargo que sentí en mi boca al despertar no recuerdo cómo ni dónde me acompañó lo que tardé en recomponer mis miserias y mis anhelos, mi presente sin pasado, mi futuro ciego y menguante. Pero al recordar ahora de nuevo lo soñado sueño con volver a soñarlo, con ser un instrumento imprescindible para Onetti, sueño con que él escriba nuevas genialidades que yo no intentaré rectificar; y sueño con que al despertar las recordaré y las escribiré como si fueran creación mía y así conseguir fama. Pero me queda la duda de si soñé aquello despierto y el mal ánimo que padecí durante días nació de la frustración no sé si consciente o inconsciente -ya digo que esta anomalía es digna de Freud- de haber querido ser crítico de Onetti siendo su pluma, y su plagiador sin escrúpulos siendo un escritor indigno de ser siquiera la pluma de Onetti. Si lo soñé dormido, tal vez soy ruin, si lo soñé despierto, no hay duda de que lo soy.

Comentarios

pepa mas gisbert ha dicho que…
Si yo fuera la pluma de algún poeta creo que me despedirían al instante porque como en tu sueño/no sueño, hubiera querido cambiar palabras, sentidos, metáforas,....

Un abrazo, un relato, hoy, magistral
linyerale ha dicho que…
Me encantó. :)

Entradas populares de este blog

Política extraña

Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d

Anécdota sobre Dalí

Refiere Fernando Arrabal una anécdota sobre Dalí que tal vez arroje alguna luz sobre la compleja personalidad del pintor. Según cuenta el escritor se encontraban ambos en Nueva York y Dalí invitó a Arrabal a una fiesta privada en la que era muy posible que se dieran prácticas orgiásticas.

Opinar

A veces opino de cualquier cosa en este blog pero como un ejercicio de reflexión, más o menos liviano o sesudo en función de la hora y del ánimo. Por eso quiero dejar claro que cualquier parecer, juicio o afirmación mías acerca del asunto que sea son fácilmente revisables con las indicaciones adecuadas y, llegado el caso, hasta desmentidas sin el menor pudor por mi parte. La naturaleza de las personas inteligentes debe poseer una faceta de rectificación que los honra intelectual y moralmente. Por desgracia, ese no es mi caso. Soy un veleta y en el fondo muy pocas cosas me atraen lo suficiente como para tomar posición respecto a ellas. Si cambio de opinión respecto a un asunto, por vital que pueda ser o parecer se debe llanamente a que la opinión previa carecía de convicción al ser enunciada; peor todavía, más de una vez me he pronunciado para que quien me leyese pensara que yo tenía algún tipo de opinión sobre algo. Cuando la verdad desnuda es que no tengo claro casi nada, y casi nad