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Mostrando entradas de mayo, 2009

A otra cosa

Mira tú por dónde no hallo las palabras adecuadas cuando son más necesarias. Aún así lo intentaré. Hombredebarro, quiero pedirte disculpas por mi pregunta brutal y fuera de tono. No puede ser sino la prueba de una envidia. Jamás escribiré como tú, y eso me lacera. No me comparo con Vargas Llosa porque daría lástima. Me comparo contigo, y salgo perdiendo. Y me cabreo, y te inoportuno. Si tienes la bondad de aceptar mis disculpas, te aseguro que no se repetirá. Eres un escritor que me excede, eres muy bueno, por favor, acepta mis humildes disculpas. Trato de encontrar huecos para escribir y apenas lo consigo. Gracias por todo a todos. Este blog tal vez haya tocado a su fin. Sinceramente, no sé lo que hacer.

Mi foto

A ver, a mí me gustan los toros y eso me crea un conflicto, porque mis sentimientos están del lado del animal, de evitar su agonía, aunque su estudiado suplicio me produzca cierto placer, o mucho. ¿Qué hago al respecto? Es algo inducido en mi temprana infancia, que me crea, como suele ocurrir con lo que asimilas a tan tierna edad, un conflicto freudiano entre lo que quiero y lo que debería querer. Lo de siempre, vamos. Quiero aclarar, para que aquellos que siguen mi blog, aunque sea de manera esporádica, que el cambio de fotografía en ‘mi perfil’ y que se refleja de manera evidente en la cabecera de la página, se debe a una actualización. La foto anterior era de enero del 2008 y la nueva de septiembre del mismo año. ¿Por qué no una de ahora? Pues porque soy muy vago.

Conflictos

Un policía estúpido de Atenas arranca unas páginas del Corán y provoca una oleada de disturbios causados por musulmanes indignados que claman por el maltrato a su fe, a su evangelio. Kenneth Galbraith vaticinó que los conflictos de nuestra era serían consecuencia del desigual reparto de la riqueza entre los pueblos. Sin ánimo de desdecir al ilustre economista tengo que señalar que la vecindad entre pobres y ricos siempre ha sido un detonante de conflictos. No augura nada que los desposeídos no rumiaran aun sin ser conscientes ante el espectáculo diario de la desigualdad evidente con sus vecinos. El conflicto se ve venir de lejos en una comunidad étnica, religiosamente diversa. Dice Amin Maalouf en su ensayo “Identidades asesinas”: ‘Cuando sienten que su lengua es despreciada, que su religión es objeto de mofa, que se minusvalora su cultura, reaccionan exhibiendo con ostentación los signos de su diferencia’. Los desposeídos se agrupan en torno a sus valores esenciales, lo único que le

Humanos

Si atendemos a nuestros sentimientos, uno es en la medida que quiere y es querido. Los acontecimientos sucesivos que van configurando nuestra vida están supeditados a una querencia indispensable para darles aliento. Desde el abrazo entrañable de un amigo hasta la fusión visceral con un amante, nuestros sentimientos configuran nuestro camino por la vida no sólo de forma determinante, sino irreversible. Somos lo que sentimos, para nuestra desgracia, porque los sentimientos despojados de razón nos reducen a meros animales, y como animales hemos construido la historia de la especie: a golpe de instinto, despreciando la capacidad de razonar y discernir que supuestamente nos diferencia de las otras especies. Pero, si controlamos los sentimientos desmadrados, ¿somos más humanos? No creo, si acaso, menos locos, menos destructivos, pero igualmente humanos. Feliz y fatalmente humanos.

La vista

Me ausento cinco minutos y aparece el otro. Lo he comprobado muchas veces antes de decidirme a escribirlo. No es que yo sea un paranoico, aunque pudiera ser, pero creo que no me comporto como un loco al afirmar que me tiene marcado. ¿Para qué? No lo sé, tampoco el porqué, pero conoce cada uno de mis pasos, de mis movimientos, cuándo quiero algo y cuándo no. Es un tormento. Es irme yo y aparecer él. Siempre en casa, mi misma bata, mis mismas pantuflas, hasta mis mismas gafas graduadas que perdí hace semanas. Eso le ha delatado, las gafas. Las vi tras una visita a la nevera, encima de la mesilla que coloqué entre el sofá y la tele para diversos menesteres, como dejar las gafas y no volver a encontrarlas. Pero esta vez sí, las he encontrado. Y por ese detalle le he descubierto. Él pensará que con mi despiste iba a tomarlo como algo normal, lo de encontrar las gafas donde tal vez las dejé, pero yo no caigo en trampas tan ingenuas, no por nada soy paranoico e hipocondríaco, difícil que pi

Paradojas

Resulta curioso lo paradójico que puede llegar a ser este mundo, donde sólo los ingenuos o los desinformados creen todavía en las paradojas (que se puede definir como aquello que encierra una contradicción, como un servidor). Es paradójico, por ejemplo, que las palabras ‘alergia’ y alegría’ sean anagramas una de la otra, como si estuvieran muy cerca en la pragmática de la vida, cuando yo, que padezco la primera y a veces disfruto de la segunda, puedo asegurar que jamás se dan ambas a un mismo tiempo: la presencia de una desplaza de inmediato a la otra. No pueden estar, por lo tanto, más alejadas entre sí. ‘Magnate’ y ‘mangante’ son tan fácilmente confundibles como ‘gimnasia’ y magnesia’, pero mientras que las dos primeras lo son de facto, tanto que se pueden intercambiar sin alterar el significado de los enunciados que las contengan, las del segundo par, en cambio, nunca se llegan a trastocar por formar parte de un conocido aforismo que, paradójicamente, enfatiza el peligro de caer e

Tiempo

Atrapado entre dos instantes de mi vida, siento que estoy viviendo dentro de un paréntesis, de un inciso en el tiempo, de un intermedio entre dos actos de mi propia tragicomedia. Nada percibo a través de los sentidos, que parecen haber dejado de funcionar temporalmente; no estoy para nadie: cerrado por reformas, vuelvan otro día, otro siglo, déjenme vegetar en tranquilidad. No distingo la vigilia del sueño, a veces creo que despierto cuando en realidad acabo de dormirme, y dormido sueño que me duermo para acabar despertando. Con el paso de los días, la realidad va perdiendo sus matices y se desdibujan los recuerdos, trastocando el orden de los acontecimientos y mezclando pasado con futuro en una suerte de tiovivo con espejos y luces de colores donde todo suceso no es más que el reflejo de sí mismo y toda verdad su propia sombra. Nado entre dos aguas, zigzagueando como el destello plateado de un cardumen, buscando una corriente propicia que me restituya a un tiempo y a un universo inm

De paso

Seguí a la chica a una distancia prudencial, como suele decirse. Sólo la perdía de vista cuando doblaba alguna esquina o entraba en alguna tienda de ropa femenina. Había muchas en aquella zona, Rodeo Drive, el corazón comercial y putero de Los Ángeles. Yo sólo estaba de paso, cumpliendo un encargo de un cliente de Nueva York. Tenía que liquidar a un tipo que le debía dinero a mi cliente, un moroso, un listillo, un cadáver que aún andaba, por poco tiempo. Soy muy bueno en lo mío, mis tarifas no están al alcance de cualquiera, pero quien las paga sabe que hace un buen negocio y pagaría más de buen grado, si hiciera falta. Llegué a L.A. en el vuelo de las 8:30. Fui en taxi hasta el barrio del futuro fiambre; bajé del coche antes de llegar a su mansión de estilo colonial pintada de color caldera, una fortuna, una horterada, los ricos prefieren que los maten antes que no dar la nota. Me refugié tras una palmera y esperé; salió con su matón media hora más tarde y se subieron en un enorme C

Sin ti

El problema del domino del pensamiento abstracto sobre los sentidos, del imperio de la razón sobre todas las cosas es que las acaba por sacar de quicio. El ‘Pienso, luego existo’ cartesiano es una premisa baladí (y tal vez errónea) sobre la que se construyó un universo liderado por la férrea dictadura de las Ideas que desnaturalizó la esencia misma de ese universo, que nada tiene que ver con lo que sobre él pensemos los humanos –y bien poco le debe importar-. La vida es como tiene que ser mientras no se demuestre lo contrario, y la inteligencia debe servir para cambiar de la vida lo que nuestra sensatez nos indique que se debe corregir y además sea susceptible de ser corregido. No comulgo con aquellos que pretenden que todo puede ser cognoscible, me parece una pretensión mentecata preñada de soberbia. Ni con quienes rellenan las lagunas del conocimiento con fantasías celestiales y promesas de profetas que que pretenden cautivarnos con mundos ilusorios de eterna fantasía. Sólo con los

Ausencias

Ella tenía la seguridad de que él siempre estaba en otra parte, aunque estuviera con ella. Lo que comenzó como una oleada de despistes que lo atacaban en cualquier momento y lo apartaban de ella durante unos minutos interminables, se fue agudizando con el paso de los meses para transformarse en una ausencia completa de identidad siempre que ella estaba junto a él, en un estar y no estar, o un ser y no ser, porque para ella, durante esos inacabables segundos y minutos y hasta horas en que él se ausentaba sin marcharse de su vera, durante los que se vaciaba interiormente y dejaba en su lugar aquella cáscara hueca que a ella cada vez le costaba más identificar con su cuerpo, en aquellas ocasiones para ella él ya no era aquello por la simple razón de que aquello no era él, sencillamente no estaba, se había esfumado o volatilizado o tal vez su esencia, su alma –se resistía a usar este término, alma, porque no era creyente- había subido a los cielos o bajado a los infiernos dejando allí su

El cartero

Esta mañana el cartero ha llamado al timbre. Dos veces, como siempre. El reconocimiento de la cotidianidad del hecho calmó mis nervios alterados por el primer timbrazo. Asumí resignado, mientras lo recibía de manos del funcionario, la pérdida de tiempo que la lectura del correo me acarrearía. Bancos, aseguradoras y proveedores de servicios telefónicos y de Internet han usurpado prosaicamente la costumbre epistolar de acordarse de uno que hace décadas era más propia de novias y amigos, aunque en mi caso esas epístolas se han mantenido siempre dentro del ámbito del deseo secreto, de un anhelo de romanticismo literario mediante el cruce de cartas no menos banales que las conversaciones telefónicas y otros métodos modernos que las han acabado por sustituir. Hoy en día la novia te envía un email y el director del banco te escribe una carta, en una suerte de romanticismo inverso que despoja de encanto los contenidos, sobre todos los de los emails amorosos, porque un comunicado bancario de

Creer o no creer

La credulidad es un asunto escurridizo, y no admite teorías ni soporta criterios, pero sí se puede asegurar acerca de ella que ha sido la base de los más cruentos odios entre los pueblos que en el mundo han sido. Hay quien sólo cree cuando ve, aun a riesgo de ser traicionado por el incierto sentido de la vista, y sólo a su veleidosa certeza se remite para sustentar la creencia recién adquirida; luego hay quien cree y entonces ve, y ve al parecer algo muy diferente de lo que había visto hasta el momento glorioso de la revelación, y eso le transforma la vida para bien y lo hace más feliz porque le da sentido, lo acerca a la verdad, o al menos a su verdad, aunque no siempre ocurra lo mismo con quienes le rodean, sobre todo si ellos no han conseguido ver también, o sí han visto pero ha sido algo diferente, y entonces la cosa ya se complica; también hay quien no cree ni aún habiendo visto; y quienes creyendo siempre no consiguen nunca ver. Pero cuando la creencia arraiga en los corazones

La palabra

No creo pecar de reduccionista si afirmo que, en mi opinión, la historia del ser humano es desgraciadamente muy corta: comienza a)cuando uno de ellos, sin otra ayuda que la voz, debidamente articulada y estructurada para producir sonidos que representaban ideas, ideas que, envueltas por dichos sonidos, fueron de repente y por vez primera incomprensiblemente comprendidas al ser recibidas por los oídos de otros seres humanos, creándose como por arte de magia lo que después los lingüistas denominaron “comunicación a través del lenguaje”, pues ese ser humano, parlante primerizo, le dijo a su hermano en un lenguaje prehistórico aunque efectivo: “alcánzame esa laja de sílex, por favor” (la traducción es mía); y termina b)cuando cinco minutos más tarde (más o menos, el tiempo geológico siempre es difícil de cuantificar en nuestras magnitudes habituales), cinco minutos más tarde, digo, ese padre de la palabra, en un extático arrebato de celebración de su recién estrenado poder, degolló con e

A M.J.

Tierno caballero andante El de la Triste Figura Que confunde en su locura A molinos con gigantes.   Su corazón vacilante Divide su chaladura: De Dulcinea, la hermosura, Y el brío, de Rocinante.   Sabios consejos sugiere Su escudero fiel, ajeno Al mal que a su dueño hiere   Y le lleva en pos del sueño de mejorar si pudiere este mundo con su empeño.    

Amor de posguerra

Fue su risa de hiena lo que le delató. Supongo que mis ojos me delataron a mí. Se quedó mirando mi rostro, escrutándolo con una sonrisa de intriga y de asombro, como si mi descubrimiento le hubiera sorprendido. Te había infravalorado, parecía pensar, y su sonrisa transmitía su pensamiento. Se levantó y fue hasta el aparador que había tras él, pegado a la pared del salón. Abrió un cajón, lo cerró y volvió a sentarse. Dejó la pistola sobre la mesa, cerca de su mano. Entonces empecé a hablar, mis palabras salían de mi boca como un torrente de miedo inagotable; no podía parar de hablar, sabía que si lo hacía, si me callaba, me mataría. Hablé de mi niñez en el orfanato, de las monjas, de Elvira, de todo. Le resumí mi vida en una larga perorata que iba transformando su rostro en una máscara de carnaval, que transformó su sonrisa en una mueca irreal, como la de una careta de fiesta de disfraces. Su sonrisa enigmática y cruel, serena y devastadora, siempre obsequiosa, balsámica, incluso tier