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Mostrando entradas de noviembre 30, 2008

El náufrago

El sol me quemaba la piel. Sentía el dolor de mi carne reseca agrietándose lentamente, indefensa ante los rayos como espadas del sol de mediodía. Demasiado tiempo, demasiado dolor, insoportable la inclemencia de la desesperanza. Habían sido días, semanas, no sé, el tiempo no sirve como referencia si no va acompañado de señales fiables que lo respalden, el tiempo no es más que una nada infinita de sufrimiento al que te acabas por abandonar indefenso, postergado, resignado y la sóla esperanza de una muerte cercana te calienta el espíritu y mitiga tu tortura. Fueron semanas, sin duda, lo sé ahora por las palabras del comodoro Rogers, “llevamos siete semanas a la deriva”, dijo. Y no dijo nada más, no al menos para que yo lo escuchase. Yo había perdido, y no pertenecía con propiedad a la tripulación de aquella balsa salvavidas en la que habíamos escapado tras hundirse nuestro buque. Un buque moderno, orgullo de sus armadores, que sin embargo no había resistido los embates de una tormenta