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Mostrando entradas de agosto 28, 2008

No soneto: "sonetone"

La pena honda se aferra a mi costado Y de él liba mi entraña, perforada Por adiestrada bala, almibarada Para extinguir un fuego ya anunciado. ¿Anunciado por quién? (No miro a nadie) Y avivado por aliento de otra vida Tal vez tu espíritu, aún con vida No descansa por culpa de un desaire. ¿Son tus pistolas bastante?, me pregunto ¿para dar fin a esa ira infinita? ¿O acaso desvarío hacia otro asunto? Me mataste de pie, ¡que ira tan profunda! Tu cara reflejando un cielo huido,  ¡Permita Dios que el Cielo te confunda!

Un amigo

Me lo contó un amigo. Me limito a publicarlo. Mi amigo, al parecer, había tenido sus más y sus menos con el alcohol. Me refiero al whisky, al gin tonic y todo eso. Se excedió en su consumo por un tiempo y llegó a convertirse en alcohólico, moderadamente, digamos, si eso es posible, pero alcohólico al fin y al cabo. Una semana de planeada excursión familiar a una isla idílica mi amigo se dejó llevar por su vicio y por unas terribles ganas de dar por culo, para que sus hermanos no volviesen a invitarlo a eventos peregrinos y sin sentido para él. Se pasó varios pueblos. No controló. Sus hermanos pensaron con horror que mi amigo era presa de una enorme, inabordable dependencia que sólo con la ayuda de expertísimos profesionales y tras una larga terapia podía ser afrontada. Él no podía, de ninguna manera salir del hoyo por sí mismo. Sus hermanos supuraban miedo. Mi amigo, ante tan inesperado planteamiento de una realidad inexacta–por falsa-, contemporizó (a veces, por no querer herir, aca

Salomé

Salomé entró en la sala llevando una bandeja sostenida con la palma de la mano izquierda. En ella reposaba la cabeza del bautista, con los ojos abiertos, incrédulos, y la lengua por fuera de los labios, como lamiéndose la barba. Salomé avanzó hacia Herodes con la cabeza humillada y mirando al suelo. Al llegar frente a él, alzó los ojos y le miró.  -Esta es la cabeza que te pedí como deseo. Ya estoy satisfecha. Y también mi madre Herodías. Te doy las gracias con humildad, mi señor, y te pido permiso para colgar esta cabeza a las puertas de la ciudad. Para que los seguidores del bautista conozcan el destino de los que se creen elegidos. Mi madre y yo te lo agradeceremos por siempre. -¿Y tú, Salomé, qué sientes? -Eterna gratitud hacia vos, señor. -Digo en el fondo de tu alma. -Melancolía.

Desigualdad

Cuando se llega   a ser el jefe de estado de un país en vías de desarrollo es fácil caer en la tentación del absolutismo. En un mundo donde los países ricos muestran a los pobres el escaparate de la ilusión, más apetecible cuanto más tiempo pasa, es difícil contener, no ya la envidia, sino la urgencia de posesión inmediata de los más necesitados bienes, incluso de los más bonitos, porque todo ser humano posee un matiz hedonista. Los seres humanos tienen en común los mismos anhelos y necesidades, sea cual fuere su condición social, y a ellos aspiran. Es inútil levantar diques para contener la riada de angustia que lleva a los más atrevidos entre los necesitados a la pretensión de una vida mejor; o a la muerte. No tiene sentido infravalorar la avalancha de inmigrantes que necesitan auxilio inmediato, relegarla a la anécdota sociológica. Vivimos en un mundo desigual pero que ahora, más que nunca, es consciente de ello. Y los infortunados y víctimas del sistema quieren soluciones inmedia