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Mostrando entradas de julio 11, 2008

Cristina

Tenía trece años y estaba encerrado en un cuerpo que una enfermedad mal diagnosticaba le había deformado cruelmente. En el colegio, los otros chicos le llamaban ‘el lisiado’, y no dejaban pasar oportunidad de reírse a su costa. -Lisiado, nos falta uno para el partido, ¿quieres ser nuestro portero?. Él se retiraba al aula solitaria entre las risas de sus compañeros. Su rostro, eternamente pálido y fatigado, sólo se animaba cuando veía a Cristina. Desde que la vio quedó prendado de aquella niña de pelo color canela que desprendía un olor a amapolas recién cortadas. Se enamoró de ella como sólo los adolescentes impedidos son capaces de enamorarse: con un amor doloroso y pleno, inmarcesible, irrenunciable, agotador. La buscaba a todas horas y no se cansaba de mirarla. Todos se dieron cuenta, por supuesto, y las chanzas y puyas que le dedicaban al respecto le herían como saetas incandescentes. Pero no renunciaba a contemplar la figura distante y esquiva de Cristina; la voluble, creída