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Mostrando entradas de mayo 18, 2008

La muñeca

En un intento desesperado por no perder a su esposa para siempre y tras un vano intento de retenerla suplicando de rodillas y jurando que no le daría más palizas, Aurelio se vio obligado a encerrarla bajo llave. Pasaron lentos, inacabables, los días para ella, pero la coraza que la protegía del dolor y que había ido construyendo su marido con cada bofetada, cada puñetazo, cada patada con que le había golpeado el cuerpo y el alma durante años, la ayudaba a no desmoronarse, a no sucumbir al hechizo de la locura, tal vez conveniente ya en su caso –un evadirse, un enajenarse de sí misma y de su mundo estrecho y opresivo, violento como una mazmorra de la inquisición, trágico y letal como un auto de fe-, tal vez esa escapada fuese la única posible ahora, pero ella eligió aguantar. Como estaba en la habitación que había sido de su hija Aurora antes de que se casara con aquel bendito que se la había llevado lejos, a vivir en donde no llegara la larga y brutal mano de Aurelio, que tampoco a s