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Mostrando entradas de junio, 2008

Un color

Cabalgo sobre los desafiantes rayos del sol del mediodía; otorgo finitud a la enormidad tórrida de los desiertos; me eternizo en los innumerables milenios de la gota de ámbar que aprisionó a un insecto ya fosilizado; resplandezco orgulloso en las zigzagueantes lenguas del fuego; dormito sobre el aroma de los pétalos de las gualdas; lánguido, me dejo mecer por el viento en las frágiles espigas de los trigales; atraigo, desde los estridentes tubos de neón, las miradas perdidas de los transeúntes; tremolo, ya inquieto y cauteloso si del todo erguidas, ya triste pero sosegado si a media asta, en flameantes banderas que simbolizan naciones; soy aplastado, persigo y soy perseguido, como y soy comido y me divierto, cuando tiño las fichas que recorren un tablero como un laberinto; atraigo, en fin, el mal fario –eso al menos dicen- sobre los toreros que temerariamente me eligen para sus trajes.    

Un cuento epistolar

Querida Montse:  Ya sabes el motivo que me impulsa a emprender este viaje, así que no mencionaré más el tema para no violentarte; sólo espero que a mi vuelta el tiempo y tu acentuada capacidad de discernimiento te hayan hecho reflexionar sobre el futuro de nuestra relación -de momento, y para mi congoja, inexistente. He decidido que voy a escribir una carta al final de cada jornada en la que te relataré lo que la misma haya tenido digno de destacar, así como mis pensamientos e impresiones del día. Después te las iré enviando, o tal vez no, tal vez me las guarde y nunca sepas de ellas, como no sabes de la verdadera dimensión del amor que te profeso, ingrata musa testaruda y esquiva, lucero de mi mañana, estrella polar de mis noches insomnes, alma gemela; siento en lo más profundo de mi ser que tu corazón de pedernal tiene una coraza a prueba de halagos, pero yo descubriré un resquicio, una mínima grieta en esa armadura para filtrar por ella mi hechizo de amor, para cautivarte con

Una crítica culinaria

Se halla este novedoso restaurante junto a una vistosa montaña de materia reciclable que algunos vecinos quisquillosos insisten en seguir llamando vertedero. Su fachada, rústica y austera, evoca imágenes de vetusta taberna, horno cálido y manjares suculentos que despiertan gozosamente a los hasta entonces adormecidos jugos gástricos, que se alborotan alegres ante el áspero olorcillo a gorrino que nos llega directamente de las cochiqueras situadas –sin duda un despiste del diseñador- en el mismo recibidor del restaurante, de manera que no hay que sortearlas sino atravesarlas para acceder al comedor propiamente dicho. Una vez en éste, el mismo propietario nos atiende afablemente y nos pide que nos quitemos los zapatos, cosa lógica ya que se han ensuciado al atravesar las porquerizas; no dejo de señalarle la delicadeza del detalle, pero me responde, para mi sorpresa, que no es por eso, es que es cantonés y no quiere perder la costumbre patria, dice en español deserrezado y eleizado. Me

La foca monje

Se ha confirmado la desaparición de la ‘foca monje’ caribeña, vista por última vez en 1952. Al parecer su carne y su grasa, altamente apreciadas por el hombre, han sido la causa de su caza masiva y sin control y, como consecuencia, de su extinción como especie. No me considero lo que Fernando Savater denomina con el término “ecólatra”, ni siquiera soy un ecologista militante, pero me caen bien los animales, al menos los mamíferos y las aves (los reptiles y los insectos me ponen aún más de punta mis ya puntiagudas orejas) pero sí hago uso, cuando la ocasión lo requiere o estoy de humor para ello, de mi sentido común. Y tras darle algunas vueltas al asunto, no acierto a comprender cómo se puede exterminar aquello que te da de comer y cómo no se toman medidas para racionalizar este sinsentido. Porque me atrevo a suponer que más sensato sería una caza controlada de aquellos animales en peligro de extinción y que son útiles para el ser humano que cometer reiteradas masacres que los conden

El gorila de Borneo

En un documental que echaron el otro día por la tele (no recuerdo la cadena) que trataba sobre la más que probable extinción del gorila rojo de Borneo, se dijo que dicha especie comparte un 97% del código genético con el homo sapiens, es decir, con ustedes. Lo que significa que en un momento de la historia una familia de esos gorilas evolucionó, por motivos que se desconocen, forjando los cimientos de la especie humana. Ahora, éstos –o sea, ustedes- se dedican a desforestar el idílico hábitat   de aquellos en aras de oscuros intereses económicos, condenando a quien tal vez propició la aparición del ser humano en este planeta a una indigna e innecesaria desaparición del mismo. El hecho de que -tal vez- no sean capaces de razonar o no al menos en la misma medida en que razonan los humanos, no impide a estos primates albergar sentimientos y adoptar conductas que ya quisieran la mayoría de los padres humanos para sus hijos y yo para la mayoría de ustedes. En las imágenes, que en esta oca

Pesadillas

Desde hace un par de semanas vengo sufriendo pesadillas. Siempre que mi estómago se pone borde las padezco. Yo creo que la pesadilla es el cobrador del frac del pasado que viene a reclamarnos facturas pendientes; puede ser, no lo sé; lo que sí sé es que cuando tengo una despierto más jodido que una jirafa con tortícolis. En ellas se cuelan, sin pedir permiso, los fantasmas de todos tus miedos encarnados en recuerdos oníricos que ya creías perdidos en la espesa niebla del olvido. Así que de repente te encuentras con el matón aquel que en el colegio te hacía la vida imposible. Y como es un sueño, tú te decides a plantarle cara y también a partírsela sin misericordia, pero no puede ser porque entonces no sería una pesadilla, así que tienes que aguantarte y sufrir, treinta años después, la misma humillación que convirtió aquella época de tu vida en una pesadilla. Otras no tienen un contenido tan explícito y para descifrarlas habría que recurrir a un psicoanalista. El problema es que esto

Bvalltu reflexiona

Nada hay para el ser humano tan irresistible como la vanidad, el halago al propio ego, la lisonja a sus capacidades y facultades, existan estas o no. Quien domine los resortes que disparan la autoestima del prójimo poseerá un arma inestimable para controlarlo. En ese arte   han sobresalido gentes que tal vez no figuren hoy en los libros de historia pero que han contribuido activamente a moldearla. Confabuladores, maquinadores, embrollones y felones han sabido ganarse el apego de los poderosos y han alcanzado sus propósitos ladinos mediante el halago, consiguiendo siempre que el complacido preboste creyese suya la decisión hábilmente sugerida por el intrigante, enmascarada en el hechicero canto de la vanidad. No debe de resultar fácil andar siempre medrando y vertiendo el néctar de la lisonja en oídos ajenos. Pero los resultados son claros. Es un trabajo que compensa; a unos o a otros, pero siempre hay un claro beneficiado. Y también uno o muchos perjudicados. Yo, Bvalltu, hijo de l

El olvido

Nacemos y morimos en completa soledad. Así ha sido desde que el mundo existe y así habrá de ser hasta que se extinga. Somos apenas una pequeña mota de polvo en el universo, una especie ignorante y engreída que trata de ocultar su miedo intentando creerse neciamente el ombligo de cuanto existe, de lo infinito y de lo eterno, cuando nuestras estrechas mentes ni siquiera tienen capacidad para entender   esos conceptos en toda su extensión. Nuestro limitado entendimiento está condicionado por el espacio y el tiempo de tal modo que no podemos ni siquiera intentar atisbar un concepto que carezca de estas dimensiones, que las desborde o las omita, que exista al margen de ellas. Somos, lo queramos o no, para bien o para mal, espacio y somos tiempo y al igual que el ciego es, en esencia, oscuridad, en la que vive y de la que se nutre y no es capaz, por grande que sea el esfuerzo que haga, de entender qué cosa es un color, de qué está hecho y qué apariencia tiene, y al que debe indefectible

Preguntas

En los instantes finales de los crepúsculos veraniegos me suele anegar un pesimismo tan agobiante que me entra frío. Al tiempo que la luz solar se apaga con lentitud dejando paso al brillo rutilante de las estrellas todas las preguntas acuden a mi mente y el vértigo que me produce la infinitud de las posibilidades me aturde y me trastorna. La vida, mientras dura, es eterna. El universo, en cambio, tiene fecha de caducidad. ¿Tienen una causa todos los efectos? ¿Por qué siendo plenamente el que ahora soy añoro sin embargo el que fui? ¿Es éticamente correcto envejecer? ¿Son los celos una enfermedad del alma o una deficiencia de carácter de los imbéciles? ¿Por qué los animales nos castigan con un silencio de tan insoportable elocuencia? ¿Es la maldad un fallo de diseño de la bondad? ¿Cuándo presentará el Demonio sus excusas a Dios por haberse atrevido a poner en duda su indudable incapacidad? ¿Pasará la selección de cuartos de una puñetera vez? Y yo qué coño sé. Y lo que es más, ¿a mí

Lectores y lecturas

La literatura artística utiliza como materia prima las palabras, y ocurre que las palabras -el lenguaje- son un instrumento de comunicación y de difusión del conocimiento además de un medio de arte. Tenemos así una ‘literatura de conocimiento’ y una ‘literatura de imaginación’, o bien una única literatura con dos dimensiones: una dimensión utilitarista o de uso y una dimensión hedonista o de disfrute. En el primer caso no hay posibilidad de error porque tanto el autor como el lector son conscientes de su finalidad, que no es otra que el incremento del nivel de conocimiento que poseemos y la mejora de nuestra capacidad de pensar y reflexionar sobre los sucesos de la vida. En el segundo caso, la literatura de ficción, la cosa no está tan clara, y tanto el autor como el lector suelen incurrir en errores de bulto a la hora de abordarla. No es infrecuente que algunos autores de ficción intenten colarnos en sus escritos su propia filosofía de vida o doctrinario filosófico. El lector experto

Lamento

Entro en una farmacia y oigo un retazo de conversación que despierta mi interés y azuza mi imaginación. Aventuro que son dos amigas que se acaban de encontrar tras un tiempo; cuarentonas. "Hay pocos y la mitad son gays", dice la que despierta mi curiosidad; es maciza, pechugona, sólida. "Así que leo, voy al gimnasio, paseo, en fin, ya sabes". La otra asiente, sabe, o imagina que sabe. La del lamento sereno tiene la mirada hambrienta, ojos suaves de gacela en celo que imagino transformados en sus momentos amargos de soledad impuesta en ojos huraños de perro resabiado, en ojos iracundos de pantera despreciada, en ojos húmedos de cenicienta en eterna espera del portador de su zapato de cristal. Hay pocos y la mitad son gays. ¿Y qué pasa con la otra mitad? ¿Son demasiado exigentes? ¿No les bastan tus curvas algo excesivas pero aún firmes, tu rostro moreno de mejillas arreboladas? ¿Se asustan quizá de tu mirada ansiosa, evidente, sin misterio? Se pierde la habilidad de s

Hipocresía literaria

Si la tarea de escribir ya es de por sí costosa, agotadora en ocasiones, imaginen si encima el libro alumbrado tras semanas de trabajo creativo fatigoso y absorbente lo firma otro. Es lo que les pasa a los ‘negros’ literarios. Escriben por encargo sobre un tema con un margen de maniobra más o menos   pactado, y su producto final, el libro, se distribuye bajo la autoría de alguien que en ningún momento intervino en su elaboración, o si lo hizo fue sólo para fastidiar. Debe de ser frustrante, ¿no? “Cuánto sabría ese hombre si hubiera leído todo lo que ha escrito”, dice un chascarrillo mordaz pero lleno de certeza, o tal vez sean las palabras de alguna autoridad que desconozco. Y la cara que se le debe de quedar al verdadero autor si el libro se vende bien y los medios no paran de entrevistar –y darle de paso entidad como escritor- a quien se limitó a estampar su firma al pie del manuscrito y bajo cuya apócrifa autoría el libro es adquirido por lectores ingenuos que se creen todo lo que

José Tomás

Ha vuelto a Las Ventas el torero José Tomás. Sin cámaras de televisión, por expreso deseo suyo. Una manía, una superstición, cualquiera sabe, los toreros, sobre todos los de mayor empaque, son bastante maniáticos, o eso se dice. El caso es que cortó cuatro orejas, dos a cada toro si la aritmética no me traiciona. Salió a hombros por la puerta grande, él que es al parecer tan tímido y le apabullan las multitudes a la par que los elogios. Le vi mala cara mientras era transportado entre baqueteos a su furgoneta. Como si todo aquel clamor le intimidase, le viniese grande o no fuese con él. “¿Qué habré hecho yo para que me zarandeen así?” parecía preguntarse con un gesto compungido en la cara, en la misma situación en la que cualquier otro diestro se fundiría complacido con el fervor del público entregado y compondría un gesto de agradecimiento aunque sólo fuese por deferencia a ese público del que todo torero depende para formar parte de los escogidos para la gloria. Pero Tomás no es a

Teoría del Caos

Es curioso cómo los humanos inventan sin cesar teorías que expliquen la complejidad de los fenómenos que tienen lugar en el mundo en el que habitan, que les sirvan para simplificarlo, tratar de entenderlo y, algún día, llegar a controlarlo. Una teoría se enuncia por alguna autoridad en la materia (física, química, biológica, humanística) que tras arduos experimentos y fatigosas elucubraciones consigue resumir en una formulita el comportamiento de los fenómenos que fueron el objeto de su obsesiva dedicación durante años. Al principio dicha fórmula es recibida por la comunidad científica con cierto escepticismo e incluso una displicente indiferencia. Con suerte y alguna que otra ayuda, el postulante consigue demostrar que en efecto su teoría sirve para explicar ciertos fenómenos. En tal caso su fama comienza a crecer y sus colegas científicos sienten por él respeto, envidia o ambas cosas. Su nombre empieza a sonar y, si las cosas vienen de cara, se lleva el premio Nobel. Cuando aparece

La historia de amor más hermosa del mundo

Otra vez esos ruidos que vienen del poblado. Llevan dos noches sonando, desde que el sol se oculta hasta que vuelve a salir. Igual que las otras veces, siempre cada doce lunas. Acudo porque sé que para ellos es importante. Y si lo es para ellos también lo es para mí, porque mi instinto me previene contra esa especie rara y me aconseja que no me enemiste con ella, porque es cruel, mata para satisfacer sus bajas pasiones y se dejan dominar por el ansia de poder, por la envidia, por la codicia. Los últimos de mi raza, entre los que se encontraba mi padre, me previnieron contra el hombre, y yo sigo sus consejos y los dictados de mi instinto -que me dicen que, antes o después, ellos acabarán con mi existencia-. Viven en cuevas sin techo construida con árboles cortados que rodean de tristes empalizadas, y a eso llaman fortaleza, como a sus míseras chozas llaman casas. Para ellos es fundamental el sentimiento de seguridad, les gusta creerse poderosos, a salvo de cualquier peligro. Los que