La cobardía y la envidia suelen ir de la mano. La integridad, en cambio, hace buenas migas con la presencia de ánimo y con el valor. Las pasiones extremas nunca son buenas porque tienen por consejero al fanatismo, que consiste en demostrar a toda costa que sólo quien lo posee lleva razón, y no se aviene a discusiones constructivas: estás a su favor o en su contra: su concepción del mundo es maniquea y corta de miras, pero es lo que estamos fomentando en el mundo occidental y desde el mundo occidental hacia otras culturas o civilizaciones.
Si sólo algunos de los dirigentes de los distintos microuniversos humanos que existen en este planeta manejasen el arte de la empatía y, pasajeramente, se metiesen en la piel de sus supuestos enemigos, nuestro mundo sería otro bien distinto del que es; para bien, por supuesto.
Mi madre galáctica me preguntó en nuestra última conversación por qué Luis Aragonés se empeña en no convocar a Raúl a la selección. Le contesté que los designios de los mandamases del fútbol, como los de los dioses del Olimpo, son inescrutables.
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