Voltaire, el genial filósofo que se reía de su sombra, creó más escuela que, por ejemplo, Spinoza -o al menos contó y cuenta con alumnos más desvergonzados y ruidosos-; y no por ser mejor o peor en su maestría que éste último, sino por tener más sentido del humor. La vida, que es de lo que se ocupa la filosofía, precisa para ser bien digerida, de unas gotitas de descaro, irreverencia y fantasía. Al final de los finales sólo queda el recuerdo de los buenos momentos, que suelen ser alegres, pero por desenfadados y lenitivos, que bastante crudo es el día a día como para teorizarlo con pesimismo. Yo me sumo humildemente a la escuela volteriana, aunque mi escritura invite a presuponer un pesimismo subyacente; nada más opuesto a lo real: soy el extraterrestre más alegre del planeta, y ningún ser vivo se atreverá a llevarme la contraria con conocimiento de causa -aquí juego con ventaja, por causas evidentes-.
Según los catalogadores étnicos, un mandarín tiene la piel amarilla, un indio americano la tiene roja y Naomi Campbell, caoba, ¿de qué color la tiene un abdulim de Escarabeo? Yo sólo sé que, si no me pongo las gafas, todo el mundo es igual de capullo. Y si me las pongo, también.
Sigo de viaje; no descanso apenas; encuentro acceso a internet casi de milagro. ¿Volverán las oscuras golondrinas...etc? Me alegra que una compañera del taller de escritura de Enrique Páez se haya animado a lanzarse al blogespacio.
Gracias, Enrique, por hacernos conocer el remedio para nuestros insomnios: la escritura. Ahí estaba, pero no lo sabíamos. La mayéutica es el arte de hacer ver a los demás los dones que poseen. La cultivó con fruición Sócrates. Enrique, creo, lo ha perfeccionado.
Comentarios
Gracias por la visita a mi blog! Yo tambien iré siguiendote en el tuyo.
Un abrazo
Susana