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Mostrando entradas de abril, 2008

Dudas de Bvalltu

Yo, Bvalltu, el enviado de las estrellas, comienzo a creer que mi estancia en este mundo es la respuesta al deseo de un ente superior cuyos designios son, de momento, una incógnita tanto para los humanos como para los seres de un orden cósmico superior que, como yo mismo, no atinamos a descifrar el oscuro objeto de tal deseo, disposición u orden. Me dice mi madre galáctica, en uno de los muchos contactos mentales que mantenemos, que no existe un principio creador del universo, que no me coma el tarro. Pero no puedo evitar sentirme contagiado por los sobrecogedores rituales de los adoradores de distintos dioses que existen en este planeta, encaminados a ganarse su favor y, en numerosas ocasiones, ponerse hasta el culo de licores diversos, al parecer propiciadores de la conexión con los dioses, pese a que en casi todas las religiones el consumo de alcohol, más cuando precede a un rito de homenaje divino, está no sólo mal visto, sino hasta prohibido. Lamento confesar que desconozco el p

Ciencia

A pesar de lo que asegura la leyenda, Darwin nunca afirmó que el hombre desciende del mono. Lo dijo, gritando, un sacerdote en el museo de Ciencias Naturales de Oxford, en tono de chanza y buscando groseramente la descalificación científica del gran Charles. Sólo décadas más tarde los científicos aunaron las teorías tanto de Darwin como de Mendel y le otorgaron el mérito que en su época les fue negado. Lo curioso y, para mí, meritorio de estos dos genios de las ciencias biológicas no es sólo que no hicieron aspavientos en protesta por el desprecio a sus trabajos por parte de la comunidad científica, sino que siguieron trabajando como si nada hubiera pasado, con tesón y humildad, hasta el final de sus días. Mendel alcanzó el privilegio de llegar a ser abad de su convento, egregio puesto para quien a nada más aspira. Hoy en día sus postulados son respetados en todo el orbe y conocidos como “teoría evolucionista”, teoría que se opone -y sólo a causa de la evidencia de sus hallazgos, nu

Reflexiones

El ejercicio de la reflexión es tarea ardua que no todas las personas llevan a cabo, puede que por pereza, por no añadir al elenco de sus preocupaciones otra que pueden ahorrarse sin mayor inconveniente. Pero una mente reflexiva es una espíritu valiente y dispuesto a enfrentarse al mundo y a sus problemas. Decía George Santayana que vivimos trágicamente en un mundo que no es trágico. Y tiene razón, porque el mundo, la vida, es como es y punto. La adjetivamos, según nuestro carácter y estado de ánimo, nosotros. De ahí que seamos seres privilegiados: podemos elegir entre vivir mal o vivir bien, a capricho. La pregunta lleva implícita la respuesta: ¿Entiende todo el mundo lo que el bien y lo que es el mal? 

Camus

Días antes de morir en accidente de tráfico Albert Camus dijo en tono desenfadado ante la audiencia que le escuchaba que no había cosa más idiota que morir en un accidente de tráfico. También dijo, mucho antes, que si existiera un partido político de los que no están convencidos de tener razón, él se afiliaría de inmediato. Dijo muchas más cosas antes de morir en un estúpido accidente a la edad de cuarenta y seis años. Lo leí con desesperación a mis diecisiete años y lo releo ahora, complacido por el escaso menoscabo que sus ideas, tan gentilmente expuestas y desarrolladas hasta sus últimas consecuencias, han sufrido en mis limitadas entendederas. Fue el poeta de lo absurdo como Larra lo fue de la decepción. A diferencia de éste no se suicidió, pero como si lo hubiera hecho: ha heredado la gloria que los humanos conceden a quienes además de ser iconos vivos atinan a dejar este mundo a tiempo para seguir siendo iconos, fosilizados, para la eternidad. Sensible, introvertido, despegado, m

Escribir mal

Afirmaba Chesterton que se podía recopilar el peor libro del mundo seleccionando únicamente pasajes de los mejores escritores del mundo. Y es que cuando los grandes escritores escriben mal, no solamente escriben de pena sino que lo hacen durante muchas páginas. Habla de Dumas, de Tolstoi, de Proust y de tantos otros que no nombra. También los más grandes saben escribir mal, y de sus miserias aprendemos los demás, porque como bien dice Enrique Páez, nada absoluto se aprende de quien todo lo hace bien y es necesario encontrar el lado oscuro de lustrosas plumas para tomar nota de los errores que ni siquiera ellos pueden evitar cometer pero de los que tanto aprendemos los que no aspiramos al Olimpo de las letras y nos conformamos con disfrutar escribiendo lo que nuestro humilde corazón nos dicta. Juan Benet escribe a Javier Marías en carta privada –que éste hace pública- que lo máximo que nos puede brindar una novela son retazos, momentos, imágenes ya para siempre grabadas en nuestra mem

Melancolías

Un cansancio que tiñe mis ojos de abril   y cierra mis poros al éter de la epifanía primaveral que antaño anegaba los rincones de mi alma, toma por asalto mi mente y mi cuerpo, desazonados, hueros e incapacitados para la lucha por la musa que el hastío me arrebata con arteras artimañas urdidas por el malévolo e inevitable subconsciente. Me abandono a mí mismo y no me asiste el menor remordimiento. Laxo e indolente, sin atisbo de esfuerzo por superarme, floto como boya a la deriva sin más esperanza que ser lo que por inercia voy siendo, sin otro anhelo que seguir siendo sin ser del todo -porque ser lo que potencialmente se puede llegar a ser entraña un insufrible sufrimiento-, la ilusión por otras ambiciones perdida entre las brumas de una primavera soporífera. Nada añoro y nada espero; vivo, como el Dios de san Agustín, en un eterno presente atemporal e, inmutable como un zombi, asisto al espectáculo desapasionado que la vida exhibe sin pudor y que conmueve, que persuade, que incl

Pecar

S egún Bertrand Russell, el cielo es un lugar donde, por milagro, la monotonía no cansa. Menos mal, porque pasarse la eternidad entre seráficos querubines de aladas formas, contemplando una divina faz de la que emana en cada momento la misma paz y el mismo amor, flotando entre nubes algodonosas y tocando el arpa todo el rato, debe de ser un coñazo de mucho cuidado. No sé quién dijo una vez que le gustaría ir al cielo por las vistas y al infierno por las compañías. Estoy por afirmar que las personas más interesantes que en el mundo han sido pueblan ahora el infierno y le prestan un glamour del que el cielo, sospecho, carece. Puestos en la tesitura de   prolongar eternamente nuestras vidas, aunque no sea en este mundo, yo prefiero de largo las llameantes estancias pobladas de fascinantes pecadores que configuran el infierno a las impolutas praderas paradisíacas del Edén, donde se abigarran insulsamente santurrones y puritanos que en su puta vida han echado un polvo como es debido. Por

Alergias

Me entero por casualidad que la Academia de la Lengua prefiere el término ‘alergista’ al de ‘alergólogo’. Tú verás que llevo años sufriendo la cruz de la puñetera alergia y no he conseguido curarme por mor de un matiz léxico. Y lo extraño es que no aparece en las páginas amarillas ‘alergista’ como entrada. ¿Será que como ‘alergólogo’ tienen un retintín evocador de ciencia profunda y arcana –como paleontólogo- todos los alergistas se anuncian como alergólogos? ¿O tal vez que ‘alergista’ destila reminiscencias de corte difuso o equívoco, como masajista o sufragista, y por ende temen los portadores de dicha nominación que les puedan hacer de menos no equiparándoles con los colegas de otras especialidades, prefiriendo para evitarlo ser reconocidos como alergólogos? Todos los alergólogos que he consultado me han dado como caso perdido. Espero encontrar algún día un buen alergista que me redima de mis cada vez más frecuentes malestares, que ya van siendo, a veces, casi suplicios.

Vuelve el sol

Por fin el sol gana la batalla a los nubarrones que durante días sólo han traído a mi tierra malos presagios. La gente se anima y ya se ven algunos cuerpos pálidos tendidos en al playa como lagartos. En mi planeta de origen tienen implantado un sistema de regulación atmosférica que permite disfrutar un clima bonancible estés donde estés. No tienen, claro, ningún problema con el agua, básicamente porque apenas se necesita. Un habitante de allí pesa por término medio 580 kilos, lo que aquí pesaría una estatua de granito con las mismas dimensiones. Por eso les queda aún por resolver el problema del transporte aéreo de pasajeros. ¿Te imaginas un avión con doscientos seres de semejante peso? No podría ni despegar. Por eso en mi planeta no existe el miedo a volar, pero sí el pánico a usar el ascensor, ya que aunque han de subir de uno en uno, no es infrecuente que haya averías ocasionadas por el sobrepeso. Otro día hablaré de las dietas que siguen las personas obesas allí, en mi añorado pl

El rana

Eran cinco o seis, ya no lo recuerdo, hace años del comienzo de la historia. Todos andrajosos, de aspecto enfermizo, desarrapados. Montaron un negocio, no como los de Mario Conde, claro, pero les salvaba la vida cada día. Eran hermanos y se dedicaban a realizar encargos a los trabajadores del polígono. Los abastecían de bocatas y de refrescos, para lo que utilizaban un carrito decrépito que habrían rescatado de algún centro comercial. El cabecilla era el Rana, deforme, enano y llamativamente feo, con ojos saltones y dientes que sobresalían entre los labios. Eran cumplidores. No pasaría de los trece años el mayor, el Rana, y rondaría los siete u ocho el menor. Provocaban risas por su talante atrevido y dicharachero; también, creo, lástima, inevitablemente. Hace casi veinte años. Hoy, uno de ellos trabaja en la empresa que entonces yo dirigía, aunque nadie daba un duro por su porvenir. El Rana creció, se echó novia y, en una cena a la que la invitó, comiendo un muslo de pollo, se l

Miedo a volar

Al subir al avión tuve un presentimiento. Como no soy supersticioso me dije que era más bien un efecto secundario del ansiolítico que había ingerido minutos antes y un poco a hurtadillas porque me da vergüenza reconocer que tengo miedo a volar. Tras comprobar que mi único acompañante en la sala vip era un señor invidente, saqué del bolsillo de la chaqueta el frasco con las píldoras que un amigo psiquiatra me había recetado y engullí dos –el doble de la dosis estipulada, pero por si acaso- con un trago de whisky. El ciego seguía con la mirada perdida –es un decir- y no se percató de la maniobra. A los cincuenta minutos de vuelo, más o menos, empezaron las turbulencias. Las azafatas se apresuraron a calmar nuestro nerviosismo con las frases de tranquilidad que les habían enseñado cuando estudiaban para azafatas. Cuando la cosa empeoró se escuchó la voz del comandante infundiendo ánimos con el argumento absurdo de que la situación estaba controlada. Los bamboleos trepidantes del avión

Preguntar

Me hizo gracia -ya que por naturaleza soy incrédulo- una conversación leída en alguna parte o quizá escuchada en alguna película, no recuerdo bien. Alguien -ingenuo, desinformado o idiota- preguntaba "¿y quién es Dios?"; su interlocutor, tras reflexionar con gesto sesudo un instante le preguntó al desinformado: "¿alguna vez has deseado fervientemente algo y has suplicado para tus adentros que por favor sucediese ese algo?", "si", respondió el ingenuo; "pues el que te ignoraba era Dios". Conversación ilustrativa sobre la impertinencia de hacer preguntas incontestables que sólo arrojan información sobre la calidad intelectual o la pobreza informativa del que formula la pregunta.

El mar

El mar embravecido aúlla bajo mi casa con un lamento desgarrado, tal vez consecuencia de las miles de heridas que, en forma de desperdicios y sustancias tóxicas, de continuo le infligimos. Es el mismo mar que surcaron navíos fenicios, griegos, cartagineses, y romanos hace muchos siglos; y el mismo por el que han navegado flotas británicas, francesas, españolas, portuguesas no hace tanto; y que hoy aguanta el tránsito indiscriminado y amenazante de petroleros y buques mercantes que transportan inquietantes mercancías. Es el mar eterno de Ulises, el mismo mar que una vez gobernara con sabiduría Neptuno, hoy objeto continuado de lesa majestad por quienes tanto llorarán este imperio acuático el día que ya para nada sirvan sus lágrimas. El emigrante suele añorar la tierra bienamada que abandonó; el ser humano, que de los mares procede, nada añora de ellos, ningún respeto les guarda. Sólo el poeta observa impotente desde los acantilados el inexorable declinar de la fuente de la vida y de l

El sol

Estos vientos y estas lluvias, melancolías inhóspitas, secuestran mientras duran mi memoria, que no logra recrear tu rostro. Sólo el sol abarcador me inspira pensamientos de dudoso amor y espero. Otro tiempo y otro clima conseguirá unir nuestras tristezas, para entonces tal vez ya dichosas.

Un ligue

L os alienígenas somos por definición embusteros. Esto es una verdad galáctica que atañe a todos los seres intelectivamente operativos de cualquier planeta. Es también una gran falacia retórica, puesto que, bien pensado, todos somos alienígenas, vivamos o no -aquí reside la trampa- en nuestro planeta original, aquel que nos vio nacer -¿qué pasa con los que, como yo, nacimos en el espacio?- o en otro que el destino nos ha deparado. Digo que somos embusteros e inevitablemente lo aplico a una señorita con la cual mantuve, en un momento de delirio justificado, planes de futuro que duraron lo que yo tardé en culminar el acto amoroso -que no fue mucho, para ser un extraterrestre-; pero no entraba en mis planes compartir ni un ápice de mi vida con la dama, sino deshacerme de ella tras los avatares amorosos -no soy muy diferente a los demás tíos de este planeta, creo- que la penuria espacial del local nos permitió culminar a duras penas. Como, tras reflexionar sobre mis argumentos,  en un prin

La verdad

Soy un insensible. Ayer una chica me dijo que mi cara era inubicable, que no acertaba a insertarla en ninguna nacionalidad -sea o no estatal- conocida. ¿Era italiano, argentino tal vez, griego? Mi respuesta la descolocó, como supuse cuando me dio la bofetada. Y es que ser y reconocerse alinígena descoloca, lo sé, pero qué le vamos a hacer. Cuando abandonó ofendida el local sin dignarse a volver la cara hacia mí para una última mirada supe que no siempre es una buena opción decir la estricta verdad.

té verde

Lo ventajoso de ser idiota es que además eres feliz. Puede que sea un mecanismo de autodefensa que se lleva en los genes para preservar la especie, que precisa de los tontos para sobrevivir, porque los listos han demostrado sobradamente su competencia para poner al homo sapiens en peligro e incluso al borde de la extinción. El idiota suele ser también pacífico, salvo que lo integren en una horda exaltada, que es la cualidad natural de las hordas -la exaltación y la furia- y eso, por desgracia, ocurre con frecuencia. Y digo ‘lo integren’ porque en la naturaleza del memo no tiene cabida el discernimiento necesario para elegir una postura en la vida, aunque sea violenta. En mi planeta no se da esta situación, porque -dice mi madre- todos sus habitantes son programados al poco de nacer para que no disciernan en absoluto,lo que bien pensado no es mala idea; pierdes algo de albedrío, pero consigues seguridad en la vida -y sumisión bien apreciada-. Llueve de nuevo en mi tierra, que tiene al

Friturita

Tarzán estuvo haciendo el garrulo con sus primates durante mucho tiempo; hasta que llegó Jane y le hizo ver que los monos tienen sus limitaciones, sobre todo después de cenar. Las demarcaciones que el aprendizaje impone suelen condicionar a las personas el resto de sus vidas, salvo que por sí mismas o con ayuda de alguien perciban la incómoda limitación que encorseta sus existencias, la celda que les ha sido preparada para existir sin dar alboroto. Algunos, conscientes ya de este impedimento, deciden huir de la existencial mazmorra en busca de su libertad. Son los valientes que toman las riendas de su vida. La mayoría, por comodidad, elige continuar en la celda, y mueren sin haber conocido los horizontes prometedores que invitan a sondearlos. Una pena. Me encantan las frituras de pescado, sobre todo en primavera y verano. Como suelo andar mal del aparato digestivo, tras el atracón me arrepiento. Ahí me las den todas. Me jodo, pero antes me lo paso pipa. Nunca escarmentaré, pero me da

La mayéutica

Voltaire, el genial filósofo que se reía de su sombra, creó más escuela que, por ejemplo, Spinoza -o al menos contó y cuenta con alumnos más desvergonzados y ruidosos-; y no por ser mejor o peor en su maestría que éste último, sino por tener más sentido del humor. La vida, que es de lo que se ocupa la filosofía, precisa para ser bien digerida, de unas gotitas de descaro, irreverencia y fantasía. Al final de los finales sólo queda el recuerdo de los buenos momentos, que suelen ser alegres, pero por desenfadados y lenitivos, que bastante crudo es el día a día como para teorizarlo con pesimismo. Yo me sumo humildemente a la escuela volteriana, aunque mi escritura invite a presuponer un pesimismo subyacente; nada más opuesto a lo real: soy el extraterrestre más alegre del planeta, y ningún ser vivo se atreverá a llevarme la contraria con conocimiento de causa -aquí juego con ventaja, por causas evidentes-. Según los catalogadores étnicos, un mandarín tiene la piel amarilla, un indio ameri

Operadoras satánicas

Ya no sabes qué técnica usar porque, tras un tiempo, descubres que todas fracasarán. Es lo que el psicólogo Martin Seligman denomina “indefensión aprendida”, que se resume en un estado trágico de incapacidad para responder a los estímulos externos, por muy atractivos que lleguen a ser, debido a un maligno y malintencionado aprendizaje por el que todas las experiencias nuevas las presupones como negativas y nocivas para ti. Yo, Bvalltu, ser de otro planeta y para quien las vicisitudes del que por accidente habito no deberían influenciar, al menos hasta el punto de perder la compostura, proclamo ante el cosmos y el Demiurgo que me siento indignado, o más, colérico, ante los abusos que la operadora de telefonía e Internet Tele2-Comunitel comete impune sobre mí –y tal vez sobre tantos otros-. Llevo casi dos semanas sin acceso al netcosmos y, lo que es peor, sin una excusa mínimamente creíble por parte de quien tiene que darla. ¿Qué hacer? ¿ A quién acudir? ¿Sobre quién verter la bilis de l